Ciudad Asfixiada

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            Sin duda alguna, el urbanismo es una de las modernas disciplinas del desarrollo que más desatendidas han estado en México. Nuestras ciudades han nacido, crecido y multiplicado a lo pendejo, comenzando por la gran Tenochtitlán: maravilla que dejó absortos a los que habían conocido la Sevilla del siglo XVI, se había asentado en medio de una laguna lodosa, de suelo frágil y carente del agua pura que al correr de los siglos iba a necesitar.

            Lo mismo le pasa a Monterrey. Fundada al lado de unos ojos de agua que prometían mantos freáticos abundantes, se apresta en el 2023 a una más de sus cíclicas crisis hídricas, para la que el secretario del agua tiene solamente los buenos deseos y oraciones para que llueva, que llueva, la virgen de la Cueva. Ni una gota de planeación u obra. Al ocurrente gobernador de Nuevo León solamente se le ocurre ordenarnos por medio de sus anuncios espectaculares a bañarnos en tres minutos y lavarse los dientes con un buche de agua. En lugar de abastecernos del líquido se define como ciudadanos “de a cien” a los que deben ahorrar el agua y beber cerveza.

            Encima de la sed vivimos ahora la asfixia. La nata de contaminación de los aires regiomontanos no tiene nada que envidiarle a la de la capital de la república, la de Guadalajara o Toluca. Como es del estilo, ahora se trata de encontrar a quien echarle la culpa. Los cañones están enfocados, no sin razón, hacia la refinería de Cadereyta. Enclavada con sus torres que emanan el azufre de nuestro crudo mal refinado se encuentra en el norponiente de la mancha urbana, precisamente por donde entran los vientos que barren, por así decirlo el valle encajonado entre montañas que aloja a la ciudad. Exactamente en esa ruta estuvo decenios la fundidora Monterrey que todas las tardes iluminaba el cielo de la ciudad y alrededores con el vaciado de su escoria.

            Hoy la fundidora, por una decisión sabia y previsora, se ha convertido en un parque público lleno de oportunidades culturales y de ocio y la refinería sigue echando sus bocanadas de humo contaminante sobre la ciudad.

            Pero eso no es todo. El trazo urbano y de vialidades de Monterrey fue hecho hace más de cincuenta años, cuando había si acaso quinientos mil automóviles. Hoy deben circular dos millones de vehículos por las mismas calles atiborradas y quemando combustibles fósiles que son obsoletos desde hace un cuarto de siglo.

            El gobernador chiquito amenaza con cerrar la refinería. De hecho, el fin de semana mandó a un achichincle suyo con, papel en mano, intentar clausurarla. El guardia militar de la puerta lo mandó a que le dieran por donde más le doliese.

            Que es lo mismo que a los regiomontanos todos nos están haciendo.

PARA LA MAÑANERA, (porque no me dejan entrar sin tapabocas): “Salao, salao, salao” cantábamos en mi lejana primaria antes de entrar a clases, sin tener idea de lo que decíamos. El himno agrarista que el cardenismo nos heredó a las primarias “de gobierno” decía en su coro “a la hoz, a la hoz, a la hoz, a trabajar…en cuanto más trabajemos, más pan tendremos, que llevar al pueblo y a nuestro hogar. Haciendo de nuestro México, emporio de felicidad”. Recordé los rostros de mis compañeros y compañeras ahí formados viendo a los miembros del gabinete, encabezados por el general secretario de la Defensa entonando el himno al aeropuerto internacional Felipe Ángeles. La más pedestre muestra de la barbeada demagógica. Era lo único que le faltaba al AIFA: A cambio de no tener aviones, pasajeros ni vuelos, tiene un himno ridículo, que ni siquiera le dieron tiempo de memorizarlo a sus intérpretes de estreno.

‎felixcortescama@gmail.com

Miércoles, 22 de Marzo de 2023

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