Échame a mí la Culpa

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            Nadie puede llamarse a engaño por el tono plañidero del discurso cotidiano del presidente López: siempre ha sido así. Radical en su polarización que disfraza de cristiana: si no estás conmigo estás contra mí. Fantasiosa en la forja de supuestas conspiraciones en contra de su persona, dignas del monje Rasputin e instrumentadas por todo tipo de mafias, grupúsculos, medios de comunicación nacionales o extranjeros, personas pensantes que no se sumen al coro de elogios que tanto anhela, la OEA, la Organización Mundial de la Salud, Álvarez Icaza, los padres de Ayotzinapa, o quién  le sugiera el humor mañanero.

            Ciertamente, al aproximarse el fin de su mandato la paranoia se hace más intensa y las agresiones más frecuentes y rudas. No tendría ello importancia si quedaran en la diatriba y el insulto sustentados en mentiras que, de tanto repetirse, se disfrazan de verdades. El clima de crispación que propicia el discurso presidencial se traslada a los peores seguidores que puede tener un político, los fanáticos ciegos. No es necesario que el presidente de México desde su púlpito omnipotente le dé seguimiento a su provocación No faltará -de hecho, no falta- desquiciados que por convicción o por estipendio emprendan los ataques verbales que esperemos que en eso queden.

            Es precisamente de los ataques en las redes sociales, que han mantenido viva la sospecha del #narcopresidente, de lo que Lopitos y su séquito expresan mayor molestia, denunciando la “guerra sucia” en las redes. Como todas las guerras esta tiene por lo menos dos ejércitos enfrentados, de los que nadie puede por ahora identificar el tejido que los inspira, les paga y les ordena. A los dos lados.

            “Lleno estoy de razones pa´despreciarte” escribió Ferrusquilla. Y sin embargo quiero que seas feliz, como dices Presidente, que somos los mexicanos: felices, felices, felices. Échame a mí la culpa. Ya te llegará el turno.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Sin recordatorio alguno, ni siquiera de su propio partido, el PRI, se cumplieron ayer treinta años del discurso de Luis Donaldo Colosio en el Monumento a la Revolución. Sin duda el discurso fue inspirado en la pieza de Martin Luther King en el llamado Mall de Washington que se conoce como “I have a dream”, en agosto de 1963. Cinco años después King fue asesinado.Colosio también tenía un sueño: “Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México agraviado por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”. De la misma manera que el reverendo negro, 17 días después Luis Donaldo Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas. A 30 años de distancia no sabemos quién ordenó su asesinato. Ni lo sabremos nunca, aunque en este país todos tenemos un sospechoso.

‎felixcortescama@gmail.com

Miércoles, 6 de Marzo de 2024

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