FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Como todas las crisis, la actual en torno a los libros de texto obligatorios y gratuitos para las escuelas públicas en nuestro país –que antes se llamaban de gobierno- hizo aflorar las vertientes más putrefactas de nuestro pensamiento, si es que se le puede llamar así.
En una esquina, los seguidores que ni siquiera han sido convencidos por desconocimiento de la propia causa defienden a ultranza el modelo de la llamada Nueva Escuela Mexicana. Al amparo de desplegados en los periódicos, que no se pagan solos, los gobernadores del Cuatrote dan su respaldo pleno a los nuevos libros y llaman fascistas a sus opositores
En la esquina contraria. Un dirigente político dizque del PAN legitima el calificativo: se puso a pedir a los padres de familia que si no están de acuerdo con el contenido de los nuevos libros los desechen, esto es, los quemen, o rasguen aparte las hojas con cuyo contenido disientan.
En esencia ambas posturas coinciden en su ignorancia. Todos los que se han lanzado a favor y en contra de los libros de texto, no los han leído, los conocen de oídas. Lo que se cuestiona con razón es el procedimiento para su diseño, elaboración, aprobación, impresión, encuadernado y distribución en el ambiente del máximo sigilo: todas estas etapas, según el gobierno de Lopitos, son secreto de Estado. Como le ha dado por decretar que es cualquier asunto que no pueda razonablemente justificar. O al menos defender.
Hasta lo que me he podido percatar, además de los errores de ortografía o la fecha del natalicio de Don Beno, los críticos de los libros están muy ofendidos por la exposición gráfica de los órganos sexuales de los humanos. ¿A quién se le ocurre mostrarle eso a los niños y niñas que manejan el teléfono celular y todas las posibilidades de Wikipedia mejor que sus imbéciles padres politicastros?
Otra objeción es el fomento a la lucha de clases. Es cierto, la política del presidente López ha sido la de instigación de unos mexicanos –los jodidos- en contra de los otros mexicanos –los menos jodidos o clase medieros- porque los del mero mero capital son sus simpatizantes obligados. Una nueva versión de la lucha de clases. Dice Carlos Marx que “la historia de las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases”. Su amigo y sucesor Friedrich Engels formuló el asunto de mejor manera en su oba magna “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, de 1887”, de donde se deduce que las relaciones de propiedad de los bienes de producción establecen las leyes sociales.
En siglo antes, Juan Jacobo Rousseau, en 1754, lo dejó claro: “el primer hombre que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ´esto es mío´ y encontró a gente lo bastante simple como para hacerle caso, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.
Y de la militar, y de la económica, y de la social, y de la cultural y por tanto de la educativa. Somos parte de una superestructura que se rige por la distribución de la propiedad de los medios de producción y la justicia en la repartición de sus frutos.
De otra manera entraremos finalmente a la lucha de clases que imaginó Marx –el otro, el bueno- y que solo terminará con la utópica desaparición de las clases.
Independientemente de lo que se vaya a enseñar a partir de la última semana de agosto en las escuelas mexicanas.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Yo no quiero expresar aquí mi opinión personal sobre Samuel García y Luis Donaldo Colosio Riojas. Están a punto de caer en un garlito que puede ser suicidio para sus promisorias carreras políticas, si se creen el cuento de que van a ganar la presidencia de la república, cualquiera de los dos.
felixcortescama@gmail.com