No hay peor defecto

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            En las grandes catástrofes compartidas, generalmente nacionales aunque a veces como ahora traspasen fronteras, no es posible establecer un medallero o una calificación de menor a mayor.

            ¿Qué duele más a la sociedad? ¿Un temblor mayúsculo y polvoroso, el Tsunami de mayor estruendo, los vientos de incontrolable impulso en un ciclón, la erupción del Etna,  o la incapacidad de un gobernante?

            Todo se mide en razón de dos coordenadas: la cercanía del hecho y el volumen de víctimas. Un muerto por violencia en la esquina -y si es de mi familia, más- es cincuenta veces más importante que cien muertos en Vietnam.

            El problema suele ser, histórica y coloquialmente, que al perro más sarnoso se le pegan las pulgas. Y uno de los perros más sarnosos es en los tiempos que corren, México.

            Estamos cargando con el cuarto lugar mundial de muertos y contagiados de la pandemia que trae de cabeza al planeta. De ese hecho se desprenden en cascada otras pulgas.

            Obviamente el estancamiento económico, que en labios del presidente López y los que le quieran creer ya terminó y llevará al crecimiento del PIB al seis por ciento, cosa que dudo que él mismo se lo crea. Desde luego   .

            De la crisis de sanidad es obvio que se manifiesta en la ineficiencia y la demagogia con la que se ha manejado desde la secretaría de Salud.

            De ahí mismo la desilusión en todas las áreas en las que hubiéremos tener esperanza de cambio para mejor. Porque ya sabemos que el hubiera no existe.

            Sin embargo, desde los griegos que tanto presumimos como antecesores y diseñadores con los franceses de muchos siglos después como padrinos de nuestra realidad política, hubiera sido importantísimo que tuviéramos los mexicanos en mente aquello de que no hay peor ciego que el que no ve. Actualizando, no hay peor defecto que el que no se quiere admitir.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, ¿cuándo va a reconocer que una de sus estupideces mayores -porque como en los perros hay clases- es la desaparición del FONDEM. Para los jóvenes, como dice López por la mañana, en FONDEM era el fondo para la atención de lo que los gringos llaman actos of God  y nosotros los agnósticos calificamos como fuerza mayor, esto es la lana guardada para aliviar a las víctimas de los desastres naturales. inundaciones, deslaves, temblores, volcanes inquietos, o tierras movediza. La única constante pregunta es ¿y ahora quién? Mi único deseo sincero es que no le caiga a usted el chahuitzle, porque usted nos lleva en la cola y será una plaga nacional, además de invencible. Hasta que, después del diluvio, vuelva a existir el Fondem. En el nuevo Sol. Renaceremos.

‎felixcortescama@gmail.com

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