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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

Acaba de cumplirse un año más del frustrado secuestro de Eugenio Garza Sada, uno de los más importantes forjadores del Monterrey moderno, y a fin de cuentas del México contemporáneo. La torpe intentona de un grupo de la Liga Comunista 23 de septiembre, al encontrar resistencia, devino en el balazo que acabó con la vida del industrial.

Industrial visionario, impulsó premonitoriamente la vivienda para los trabajadores, así como sus servicios asistenciales y recreativos. La fecha, 17 de septiembre de 1973, pasa inadvertida para la mayoría de los mexicanos.

La memoria colectiva es peculiar; si no tiene impulsos externos que le mantengan viva, se va desvaneciendo. Si existe una tendencia firme a la fijación de ciertas fechas, de ciertos actos que se perpetúan muchas veces sin conocer su relación con la realidad.

“Dos de octubre no se olvida” suelen gritar jóvenes manifestantes que no eran ni siquiera sueño o proyecto en 1968, ni tienen idea de la raíz, desarrollo y proyecto que fue el movimiento estudiantil de entonces, que surgió por generación espontánea, producto de una frustración acumulada ante la carencia de libertades de todo tipo. La seudoizquierda suele afirmar que en los hechos de Tlateloco reside la simiente de la transformación mexicana que dio inicio a la lenta búsqueda de cambios hacia la democracia.

Yo tengo la certeza de que una fecha mucho más importante en ese sentido es la del 19 de septiembre de 1985, a consecuencia del magno temblor de esa mañana. No me refiero a la dimensión de los daños materiales ocasionados por la tierra rebelde, ni al número de víctimas mortales que dejó el sismo: esa cifra no la vamos a conocer a ciencia cierta nunca. Mi personal estimado ronda los 28 mil fallecidos, pero eso es una mera especuación, como lo son los números oficiales.

Lo más importante, sin embargo, es la reacción colectiva de los habitantes de la Ciudad de México de entonces, quienes además del temblor tuvieron que enfrentar sus resonancias: la autoridad -presidencial y municipal- desapareció, de la misma manera en que salió del aire la imagen del canal dos de televisión.  

Los dos entes esenciales de la autoridad, el gobierno y la comunicación, prácticamente inexistentes, daban las condiciones precisas para el pillaje, abuso, desorden y violencia que se produce con frecuencia cuando estas condiciones coinciden.

En la Ciudad de México no sucedió nada de ello, sino todo lo contrario; sin que hubiera una voz de mando o de coordinación, los ciudadanos salieron a la calle espontáneamente. A levantar con sus manos escombros, placas de concreto, buscando sobrevivientes o cuerpos muertos. Parándose en los cruceros para hacer las funciones de los semáforos apagados. Consiguiendo y repartiendo botellines de agua a los voluntarios rescatistas o cocinando como podían los más elementales alimentos para obsequiarlos a todos.

Había surgido la solidaridad social.

Los habitantes de la capital, y por ósmosis todos los mexicanos, habíamos aprendido que no necesitábamos guajes para nadar. Que no necesitábamos de señores feudales o patrones hacendados que nos dijeran qué hacer, cómo pensar, qué era necesario y qué prescindible. Los mexicanos aprendieron a que se podían manejar como individuos y como colectivos. Los frutos se fueron viendo al correr del tiempo y el cuatrote no ha logrado, todavía, destrozarlos.

Si no lo consiguen, al menos que no nos priven de la certeza histórica de cómo nació lo que ahora quieren derribar.

En otra escala, el fenómeno se ha repetido en estos días. La catástrofe de la pipa en Iztapalapa y su, por ahora veintena de muertos en la más horrible de las muertes, que es calcinados, volvió a dejar que surgieran la indiferencia oficial y la solidaridad civil.

En diferentes hospitales de la capital, los seres humanos con quemaduras de segundo y tercer grado estuvieron sufriendo su dolorosa agonía por ya más de una semana. Sus familiares seguían esperando en la calle, sin un asiento -mucho menos un lecho para pasar la noche- un alimento, una taza de café o chocolate, un vaso de agua o una palabra de aliento.

Los ciudadanos acudieron otra vez con su apoyo, discreto y generoso. Cuando la norma se aprende bien, no se olvida fácil, diría mi abuela.

PILÓN: PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): La señora presidente está perdiendo, con su empecinada defensa de su oponente Adán Augusto López, haciéndolo pasar por víctima de un linchamiento mediático.

Todo depende del tamaño de la deuda de Claudia Sheinbaum con el todavía pastor de senadores.

Ellos lo sabrán. Nosotros lo tendremos que deducir.

felixcortescama@gmail.com

Thursday, September 18, 2025

14:14

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