Pero ya estaba escrito…

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            Debo confesar que tengo sentimientos encontrados ante la noticia, que hoy es principal en todo México, de la muerte de Vicente Fernández; sin duda alguna el mejor cantante de la música ranchera mexicana. Como no habrá jamás otro que logre reunir  una voz excepcional, una personalidad magnética enorme y una capacidad indescriptible de provocar esa mágica sensación de identidad con todos los públicos.

            Me da la pena lógica que se siente ante lo inevitable: ya estaba escrito que hemos de morir algún día, aunque nadie puede decir que diciembre le gustó pa´que te vayas. Lamento la ausencia de alguien a quien aprecio aunque con quien hubiera querido cultivar más la relación y me da pena la prolongada agonía de cuatro meses.

            Por otro lado me gustaría que con Vicente muriera un lado de la canción popular mexicana: el machista. No celebro ese pensamiento que es espina dorsal de una buena parte de la música mexicana; no la que canta a la mujer divina, sino a la que se queja de loa hipócrita, sencillamente hipócrita. El lado de la canción mexicana que usa a la mujer como objeto de su satisfacción o su desprecio. O como pretexto de su tristeza.

            Es verdad que no todas las canciones que cantó Fernández para gloria de ellas y de él, denuestan a las mujeres. Realmente, las mejores canciones mexicanas no son de desprecio sino de un masoquista y plañidero sentir de la soledad y el abandono. Ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza; amanecí otra vez entre tus brazos y dicen que ando muy errado pero ojalá que te vaya bonito: ya estás grandecita, tú sabes lo que haces. Por el día en que llegaste a mi vida me puse a brindar y yo quisiera volver, volver, volver a tus brazos otra vez. Todo, por una cortesía de José Alfredo. Pero como colofón de todas ellas, acá entre nos, nunca he dejado de adorarte y estoy odiando sin odiar porque respiro por la herida.

            De una manera u otra Vicente celebra a las mujeres ya como objeto del amor o causa de la desgracia: esa es su contribución a ese lento esculpir colectivo que la cultura popular ha hecho de la personalidad del mexicano. Y eso se lo debemos entre otros a Lara y a Curiel, a Pardavé y a Esperón, a José Alfredo y a Méndez, a Urrieta y Manzanero. A Vicente Fernández.

            El mismísimo Octavio Paz y su privilegiada mente tuvieron que volver a recorrer su laberinto de la soledad en búsqueda de la entraña de ese mexicano que todos llevamos dentro: se trata sin duda de una entidad tan confusa y multifacética que se escapa a las definiciones como trucha enjabonada.

            Vicente Fernández es uno de esos artesanos que pulieron una de esas ricas facetas.         

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Ahora resulta, señor presidente, que la muerte de los indocumentados en Chiapas, sardinas metidas a una caja de trailer que se volcó pagando decenas de miles de pesos que no tenían, es culpa de Joe Biden por no implementar el programa de sembrando vidas en Centroamérica. No por la corrupción en nuestras carreteras, no por los abrazos no balazos a los traficantes de personas, no por la indolencia del Instituto de Migración. No. La culpa es de los gringos.

¡Qué poca vergüenza!

‎felixcortescama@gmail.com Domingo, 12 de Diciembre de 2021

1 comentario en “Pero ya estaba escrito…”

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