FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix reunió varios méritos en su curriculum después de dejar el seminario en Durango y entrar en la etapa de consolidación de la guerra de independencia para ser el primer presidente de México de 1825 a 1829, y para ser conocido en el bajo mundo de las primarias nacionales como Guadalupe Victoria. Entre lo memorable, por seguir pendiente de acción, está el plan para hacer un canal en el istmo de Tehuantepec, establecer la frontera con los Estados Unidos y salvar al presupuesto nacional pidiéndole prestado a la Gran Bretaña.
Entre lo anecdótico se encuentra cómo en la toma de Oaxaca, en noviembre de 1812 cuando un foso separaba realistas de insurgentes, aventó su espada del otro lado y cruzó a nado el foso para bajar un puente que permitió la toma de la ciudad. Antes había dejado para los libros de texto gratuitos que el señor Marx Arriaga anda enmendando, la frase: «va mi espada en prenda: voy por ella».
Seguramente, como la mayor parte de las frases célebres, es apócrifa. Obviamente, eso no importa.
Lamentablemente Andrés Manuel López Obrador no será el último presidente de este país, aunque tampoco es seguro de que deje el poder en 1924. Pero eso tampoco importa. En México, lo anecdótico prevalece sobre lo esencial.
El presidente López, henchido de pasión, acaba de arrojar su espada al otro lado del foso que le separa de su personal Oaxaca: la conquista del único poder que no domina de manera, el judicial y en consecuencia el electoral. Molesto por su fracaso del seis de junio, ha decidido hacer cumplir su repetida amenaza de destruir al Instituto Nacional Electoral y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. De avanzada, el señor Ricardo Monrreal, que es su testaferro, adelantó su proyecto de reforma al legislativo reduciendo el número de senadores y diputados, cosa que se agradece pero que, como todo, depende de la voluntad del Señor. Cabe esperar que, dentro de poco, la organización, realización, escrutinio, legalidad, y resultado de las elecciones en nuestro país dependan nuevamente de la Secretaría de Gobernación: gran avance de la cuarta simulación.
De eso va el cruce de este foso. «Limpiar» al INE y al TEPJF. Sin que sean modelo de virtudes, ambas instituciones han sido el producto de un lento proceso de transformación institucional en busca de entidades democráticas, que por serlo, son imperfectas. Eso es lo que quiere el presidente López: acabar con todo lo que a él le parezca autónomo, sea el Banco de México, el poder judicial, las entidades electorales, el INEGI con sus molestas estadísticas que revelan verdades o el INAI que impide la opacidad de los defectos del gobierno.
Ya lanzó su espada en prenda, y va por ella.
Si lo dejamos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente: Yo sé que usted no acepta consejo alguno, y que cuando escucha uno hace exactamente lo contrario de lo sugerido. Pese a ello, le regalo una sugerencia: si usted quiere que el señor Anaya Cortés vuelva a ser candidato presidencial con pocas probabilidades de éxito, insista en fomentar la idea de que usted le dio órdenes al fiscal federal para que lo meta al bote por supuestos delitos que, en el caso de sus hermanos dos, están perfectamente documentados y sin acción legal alguna. Por nada.