FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
A juzgar por cómo andan la meteorología nacional y el amor en estos tiempos de pandemia, no se descarta que el próximo lunes llueva, truene o relampaguee.
De lo que no cabe duda es que ese mismo día las escuelas públicas de México, reabrirán sus puertas para reanudar los cursos educativos, como lo dictaminó el presidente López, erigido por su propia gracia en señor de todos los vientos, lluvias y temblores mexicanos. Con una pequeña variante: los salones abrirán así sea solamente un alumno el que se presente dispuesto a tomar clases.
La decisión draconiana tuvo que ceder ante la terca realidad: serán los padres de familia los que decidamos si nuestros hijos acudirán a las escuelas, afrontando el probable peligro de los contagios del Covid 19 en niños, que el dueto de los López -Obrador y Gatell- se obstina en negar, y el seguro riesgo de convertirse en portadores del virus de regreso a sus casas donde sus parientes mayores que no han sido plenamente vacunados, más de la mitad de la población, pueden contagiarse y engrosar el número altísimo de muertos por el virus.
El asunto no es menor: en su esencia nos dice que las órdenes rasantes del gobernante máximo pueden ser sujetas de resistencia, y revertidas cuando la gente se decide.
Sin ir más lejos, el director de Fonatur ha tenido que reconocer que el trazo del famosísimo Tren Maya, otra de las emblemáticas obras faraónicas de López Obrador, se ha tenido que modificar y no atravesará la ciudad de Campeche. Sus vías tendrán que ser redirigidas hacia el libramiento periférico que elude la bella ciudad, a la que tendrá que sacarle la vuelta.
Todo porque aparentemente un puñado de campechanos se opuso a ceder sus propiedades legítimas al proyecto caprichoso, y se ampararon. El trazo caprichoso del caprichoso tres también tiene dificultades en Palenque.
Por el otro lado, esos conflictos explican los afanes del presidente López de acabar con todas las instituciones autónomas y fuera de su absoluto dominio, especialmente en el poder judicial, dado que en el ejecutivo no hay quien se le ponga al brinco y el legislativo lo tiene bajo control en un frágil equilibrio. Hechos que tienen como consecuencia la evasión al extranjero de supuestos responsables de ilícitos, Anaya y Toledo, que con toda razón, aunque fueran inocentes, no tienen confianza en la procuración e impartición de la justicia en nuestro país.
El camino es largo pero, por ahora, transitable. Depende de nosotros que lo siga siendo. La resistencia es posible. Hay que ejercerla en las urnas, en las decisiones sobre la escuela de nuestros hijos y en todos lados que se pueda. Tenemos el derecho a no querer que nuestros niños vayan a escuelas que no tienen agua, ni vidrios, ni pizarrones, ni bancas, ni -para el caso- maestros.
Es muy importante que los mexicanos estemos al tanto de que tenemos derechos.
El primero de ellos, el decirle al gobernante: vade retro.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente: la función para la que usted fue electo por una mayoría de votantes mexicanos es la de gobernante de todos los mexicanos y no el de cómico del género stand-up. Mejor dicho, carpero.
felixcortescama@gmail.com
Tiene razón! Podemos resistirnos; debemos hacerlo. Para que las órdenes se sigan, deben ser razonables!
Muchas gracias por su comentario.