FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
«A mí, me decepcionaron»
Andrés Manuel López Obrador sobre el TEPJF,
citado por López-Dóriga.
La lit de justice, esto es el lecho de la justicia, fue un uso ceremonial que la Edad Media le heredó a la Francia absolutista, y que tenía lugar ocasionalmente en la sede de los parlamentos, especialmente el de París.
En una de las esquinas del cuadrado en el que sesionaba, el parlamento instrumentaba una cama con cinco cojines -uno para la espalda, dos para los brazos, uno para los pies y otro para las nalgas de su Majestad- desde donde el rey ordenaba la aprobación de sus edictos, mayormente relacionados con la recaudación fiscal.
Uno de los principios de la época advertía: adveniante principe, cessat magistratus, con la llegada del rey, la magistratura se chingó.
Luis XIV, llamado luego El Rey Sol, tenía sólo16 años cuando acudió a la lit de justice el 13 de abril de 1655 y supuestamente dijo la famosa frase que define de manera prístina el ejercicio del poder absoluto: yo soy el Estado. No hay constancia en actas de que el joven monarca lo haya dicho, pero por sus actos se merece la fama. Lo cierto es que se trata de la expresión más clara de la ambición de dominio absoluto que invade a todos los que acceden a una rebanada de poder.
Las filias y fobias del presidente López apuntan peligrosamente en ese sentido. Andrés Manuel López Obrador no se conforma con afirmar todos los días que él y su pandilla son diferentes de todos los que nos han gobernando con antelación, y que ya NO existe en el aparato gubernamental mexicano ni la corrupción ni la impunidad.
Eso, aunque la terca realidad le contradiga diariamente.
Pero el presidente López insiste en hacerse de los otros poderes.
Volviendo a Francia, el mundo entero le debe a su Revolución la separación del poder político en tres ramas vigorosas e independientes. La autonomía de los que hacen las leyes, los que las ejecutan, y los que controlan esa ejecución, es decir el poder legislativo, ejecutivo y el judicial, es la raíz de lo que llamamos democracia contemporánea, y que debemos defender rabiosamente, por más imperfecta que sea, siguiendo a Churchill.
Pero el presidente López no está del todo satisfecho con el legislativo federal, ni con las legislaturas de los estados: tiene mayorías en el Congreso, pero no el dominio absoluto al que aspira.
Eso puede esperar.
Por el momento, al presidente López le irritan las instituciones judiciales. Tiene tres años mintiendo con el tema de que los ministros de la Suprema Corte ganan 700 mil pesos mensuales.
Pero eso es lo de menos.
El presidente López exige un poder judicial, en todas sus instancias, que no «lo decepcionen» como dice mi epígrafe. El turno al bat es del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que destituyó, por su derecho y por razones que están por saber, a quien era su presidente, José Luis Vargas. Pero hay otras instancias esperando turno frente a este pitcher que parece, sólo parece, invencible con su bola ensalivada.
Cito de la mañanera de ayer: «No hay más que una renovación tajante, tanto en el INE como en el tribunal».
Como en el conquián: siguen bastos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, le regalo esta cita: «El bien del Estado es la Gloria del Rey». Es de Réflexions sur le métier de Roi, precisamente escrito por Luis XIV para sus hijos. Sí, ese de que el Estado soy yo.
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