El torpe e innecesariamente sobreexpuesto pleito entre Alejandro Gertz y Santiago Nieto sobrepasa los límites nunca confesados y siempre respetados de la familia que goza de las mieles del poder en México. El primer círculo en torno al Tlatoani nunca ha sido un cuerpo homogéneo y unido: la mecánica sucesoria transforma a cada uno de sus integrantes en aspirante a llegar al podio, para usar los términos automovilísticos a que nos han acostumbrado recientemente.
Esa realidad evidente pocas veces trasciende; mucho menos se ventila en público, por ejemplo en las declaraciones presidenciales, las diferencias de opinión o criterio entre ellos, mucho menos hacia el actuar pensar o decir del mando mayor. Sin embargo, en esta administración el abandono del barco por almirantes del tamaño del primer secretario de Hacienda, o del inicial director del IMSS, fue acompañado de la expresa discrepancia de sus titulares con las políticas que les estaban siendo ordenadas.
El caso del fiscal general de la República en contra de quien fuera poderoso y muy temido procurador fiscal tiene otros rasgos además del de la lucha interna por posiciones de poder: ambos tienen aparente cola que les pisen en donde al presidente de la cuarta simulación debiera dolerle, que es el terreno de los dineros mal habidos, llámesele enriquecimiento ilícito en el caso de Nieto o uso indebido de la función pública en el caso de Gerz.
Pero no es este el único pleito notorio: la disidencia de Ricardo Monreal con la metodología y el destape anticipado y acelerado de la candidata favorita del presidente López para sucederlo eventualmente en su puesto, tiene seguidores abiertos y ocultos entre los cercanos al presidente.
La preferencia presidencial por Claudia Scheinbaum -así fuere prematura engañosa cortina de humo para sorprender con el corcholatazo que ya anunció el presidente López- tiene evidentemente molesto al canciller Marcelo Ebrard, quien también tiene su corazoncito. Sus roces con la jefe de gobierno de la ciudad capital tienen sus raíces en el proyecto insignia de Marcelo en sus ambiciones presidenciales, la línea 12 del metro capitalino. Marcelo la hizo construir entre corruptelas y malos manejos y los regentes sucesores, Miguel Ángel Mancera y la señora Scheinbuam desatendieron acaso intencionalmente pero siempre ineficientes. La desgracia reciente de su desplome es asunto sobre el que Ebrard y Scheinbaum se echan mutuamente la pelota de la culpa, en lo oscurito.
Es obvio que existen otras pugnas menores o acaso de semejante calibre que no han llegado a nuestros ojos. A enfrentar esos desafíos fue convocado a la secretaría de Gobernación el caballo negro de esta magra caballada. Pero la realidad es que en el gabinete de la cuarta simulación cada quien hace lo que se le da la gana.
En la política, especialmente cuando se practica mientras se ejerce el poder, la disciplina a las cadenas de mando es una condición indispensable; en la política mexicana la no sólo es obligatoria sino que debe ser explícitamente manifiesta.
En 1912, Maria Tecla Artemisia Montessori, quien por cierto fue la primera mujer italiana en graduarse en medicina, publicó su Método de enseñanza elemental, basada en el principio de que “la escuela no es un lugar en donde el maestro transmite conocimientos, sino un lugar donde la inteligencia y la parte síquica del niño se desarrolla a través de un trabajo libre”. En la interpretación más simplista, en el método Montessori quien lleva el mando en el proceso de aprendizaje es el niño, que puede hacer lo que se le dé la gana.
Nada más que un país como México no es un salón de párvulos, ni su presidente puede ser un profe barco.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente: ¿no le da miedo que salgan fotos suyas en compañía del Cuau? Ya ve lo que andan diciendo….
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