FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
El rijoso presidente López ha comenzado a entrar en razón. El primer síntoma de ese cambio es que contrario a lo que todos pensamos, ha sido capaz de admitir que se equivoca.
Aún confesando públicamente que se equivocó en sus nominaciones a ministros de la Suprema Corte de Justicia que llevaban la intención clara de tener a la mayoría del Supremo como su cómplice -lo cual es, por lo menos, inmoral- dijo verdad.
Sin hacer explícito reconocimiento de que su postura y opinión sobre el papel de los militares en tareas de seguridad son hoy ciento ochenta grados diferentes de los que tuvo como candidato a la presidencia, es obvio que en una de las dos posturas fue falso. Antes o ahora. No se puede uno sentar en dos diferentes sillas a la vez. Bueno, sí se puede, pero se deja al descubierto cierta parte que debe estar protegida.
La mayor parte de los mexicanos pensantes a los que nos preocupa el presente y el futuro de nuestra Patria, estábamos seguros de que el discurso del 16 de Septiembre en la culminación militar de las celebraciones del aniversario de la Independencia, iba a ser por parte de López Obrador un manifiesto agresivo y de combate, a partir de las controversias surgidas en Canadá y los Estados Unidos. Una loa a la soberanía, que no está en peligro, y un rechazo a la cordura y a la solución civilizada de las discrepancias entre países que se dicen amigos y son socios.
Ayer, en su función matutina, el presidente López anunció un cambio de discurso aún antes de que llegara a Palacio Nacional el Secretario de Estado de los Estados Unidos para hablar con él de las diferencias expuestas en las últimas semanas. Es de esperarse que el nuevo tono adoptado por el presidente López nos lleve a un concierto menos disonante. Sobre todo, que alejen las sanciones y las pugnas que dañarían a los dos países vecinos.
Sabemos ya que la arenga se convertirá a un llamado a la paz en el mundo, a una tregua de cinco años a la invasión cruenta de Ucrania por parte de Rusia, aunque se resista a llamarla de ese modo. Un llamado a la cruzada por la paz que encabezaría México, con el Papa Pancho, el primer ministro de la India -que le gana en las encuestas de popularidad- y el Secretario General de Naciones Unidas. No servirá para nada la convocatoria, pero al menos no echará gasolina al fuego. Con lo cara que está.
Cierto, errar es humano. Al querer o no, cuando se yerra presidencialmente, el error pierde mucha humanidad.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): La disposición arbitraria de someter a los niños menores de México al peligro que implica la vacuna Abdala contra el Covid 19, no es solamente irresponsable y demagógica: es criminal; especialmente porque los padres de esos niños que van a vacunar las huestes del doctor López Gatel, desde luego primero los pobres, no tienen la información, el consejo ni la fuerza que les permita evitar el potencial peligro.
Abdala es el héroe de un poema dramático escrito por José Martí a los quince años de edad para el periódico Patria Libre que él mismo fundó. Trata de la agresión árabe a un imaginario país africano llamado Nubia. Abdala muere en triunfal defensa de su patria, premonición acaso de la muerte de Martí en la lucha independentista de Cuba. Pero la vacuna Abdala es otra cosa.
La vacuna Abdala es un fármaco desarrollado, producido y vendido por Cuba para vacunar a los niños en contra del Covid. Ni la Organización Mundial de la Salud, ni autoridad médica internacional alguna le ha certificado como eficaz para evitar el contagio del mal. En todo el mundo, la vacuna Abdala solamente se aplica – eso sí, obligatoriamente – a los niños de Cuba, Venezuela y Vietnam. México acaba de ordenar que sus niños sean vacunados con ella, por los mismos motivos políticos de los presidentes Nicolás Maduro de la República Bolivariana de Venezuela y Nguyen Xuan Phúc de la República Socialista de Vietnam.
No se vale mezclar la gimnasia con la magnesia ni jugar con la salud y la vida de nuestros niños por un motivo político. Menos por uno económico.
felixcortescama@gmail.com
lunes, 12 de septiembre de 2022
Siempre aprendo de ti