FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
A algunos morenistas no les gusta que se aplique a su grupo político el acrónimo de PRIMOR. Les molesta porque en él ven la sugerencia de fusión, alianza, complicidad o acercamiento. No a todos, desde luego, porque no todos los morenistas son iguales; quiero asumir que hay algunos -o muchos- morenistas de corazón; los ofendidos son solamente los más hipócritas.
Ellos están equivocados en sus entendederas. PRIMOR es una excelente expresión de lo que está pasando en la política mexicana. Ese ente no es más que la expresión de un momento de desarrollo. Es la continua evolución del PRI en Morena, sin quebrantos ni rupturas. Es la oruga de Alicia en sus maravillas transformándose en el capullo de la crisálida. Diferente aspecto, mismo animal, y sobre todo misma permanente vocación: llegar a ser la mariposa eterna del poder.
El Congreso de Morena celebrado el sábado en la Ciudad de México se realizó bajo la unidad como uno de sus lemas dominantes. La igualdad, en el PRI, siempre fue sinónimo de disciplina -el que se mueve no sale en la foto- en la esperanza de que las decisiones de “el Señor” se inclinen hacia nuestro lado preferido. Y así fueron el sábado los resultados de los mandos que seguirán operando Morena hasta las elecciones de 2024. Porque así lo quiere Dios. Como endenantes.
Las crónicas recogen, y los vituperados medios de comunicación -no todos, hay honrosas excepciones- lo difunden: ¿se notó la ausencia de Marcelo Ebrard, el que de las corcholatas ha gastado menos en su promoción y al que le cayó de regalo una foto con el rey, que también efímero será, Carlos tercero? ¿Quiénes, de los mencionables por su jerarquía, aplaudieron y gritaron “presidenta” a la mera mención del nombre de la gobernadora Scheinbaum, que hoy lunes a las 12.29 simula nacionalmente un temblor en una operación que sirve exactamente para nada, porque a la hora de los chingadazos nadie se comporta como nos indicaron? ¿Cuánto duraron los aplausos al secretario de Gobernación? ¿Quién ordenó los abucheos a la mención del nombre del gobernador de Zacatecas, sólo por su apellido?
Pamplinas. O, como les dijo un día el innombrable, no se hagan bolas.
El presidente López, el de la voz -eso quiere decir Tlatoani- está jugando, muy divertido por cierto, su juego. Muy probablemente no haya tomado aún su decisión final en torno a quien debe encabezar su permanencia en el poder. Pero sabe, de cierto, que esa decisión es suya y sólo suya. Sin importar un pepino la mesa que más aplauda.
PRIMOR es evolución, no cambio. Mucho menos transformación.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Ciertamente, la Real Academia de nuestra lengua, que hace mucho no es la española, acepta la acepción de presidenta como modalidad de presidente, cuando una ella gobierna un territorio. Vale. Si eso es así, cuando una mujer no asiste a la escuela se le llamará ausenta; si llega al altísimo cargo en la Marina será almiranta. Si asiste a clases le llamaremos estudianta, a su maestra docenta y a la que no sepa nada de esto, ignoranta. A la Real Academia, que anda embarcada en otras babosadas, le da lo mismo cómo le quieran decir a Claudia.
Pinche Fox, ¿ya ves en lo que nos metiste con aquello de chiquillos y chiquillas?
Excelente escrito.
Cortés
GRACIAS MIL
El uso de femeninos en los títulos es una posición política. No es un asunto gramatical. La Real Academia es un elefante viejo. Se mueve cuando ya la gente cambió las formas y los fondos, solo «acepta» lo que de hecho ya funciona