FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
El vil asesinato el sábado de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, Michoacán, envía muchos mensajes simultáneos a quien los quiera entender.
Al mundo entero, que el poco grato presidente de los Estados Unidos no anda tan errado, cuando afirma que la señora presidente con A es una persona de muy agradable trato, pero que no controla ni siquiera la mitad del territorio del país que gobierna, y que quien manda en México es el narco.
A doña Claudia, quien se empeña a difundir, libro-crónica incluido, que su ejercicio es una continuación impecable del de su padrino, el papá de Andy, que la doctrina de abrazos no balazos para combatir la delincuencia es un soberano fracaso; como si no lo hubiera demostrado ya la estadística del número de homicidios en el sexenio anterior.
A los políticos mexicanos, que están optando por seguir en una carrera que en este país nuestro es de las más peligrosas del mundo, al lado de los periodistas.
A las y los más de dos mil presidentes municipales que hay en México, que si quieren continuar en sus puestos sin doblegarse a la extorsión y el sobajamiento del crimen organizado, lo más seguro es que morirán en el empeño.
Al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, García Harfuch, cuya carrera camina fulgurante al reducir la incidencia criminal con sus acciones, que este es un reto que está enfrentando equivocadamente. Si, como dice, el asesinado hombre del sombrero, era protegido por catorce elementos armados y no hicieron nada por impedir su muerte en pleno centro de su municipio, malo por ineficientes. Si no hubo tal escolta, peor, porque es una mentira.
A todo el instituto político que nos gobierna, que así como el punto de inflexión en el desplome de Enrique Peña Nieto fue la redada y muerte de los 42 de Ayotzinapa, este solo muerto va a marcar el de la señora presidente con A.
Porque Manzo Rodríguez, 40 años a su ejecución, era a todas luces un hombre honesto, bien intencionado y valiente. Porque tenía, según todas las apariencias y las reacciones a su asesinato, un arraigo y popularidad en su municipio, como ningún otro funcionario público del país. Porque muy poco antes de su muerte hizo público un mensaje denunciando al gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedoya , que implícitamente hace a este señor sospechoso, aunque conserve el apoyo de la autoridad central, de la misma forma que el pillo que cobra como gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya. O tal vez precisamente por ello.
Porque, finalmente, los mexicanos estamos hartos de tanto crimen impune, y de que los que se atreven a denunciarlo y a protestar por su vigencia, sigan siendo llamados por la señora presidente con A, oportunistas buitres carroñeros, que pretenden sacar raja política de esta violencia. Y de que todos los males que nos están matando por un lado y llevando a la quiebra como país por el otro, son consecuencia del neoliberalismo criminal.
Alfredo Bolaños puso la música y el ignorado poeta y prolijo compositor -con Esperón-, productor y director de cine mexicano de la época llamada de oro Ernesto Cortázar puso la letra de una bella canción que hoy suena ridícula y se llama Qué lindo es Michoacán. Vayan como letanía fúnebre sus primeros versos: “Palomas mensajeras, deténganse en el vuelo; si van al paraíso, sobre él volando están. Dios hace mucho tiempo que lo quitó del cielo, y por cambiarle el nombre le puso Michoacán. ¡Ay Michoacán!”.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Nada más falta que en en la mañanera del pueblo nos digan que si en la Copa del Mundo del 26 los ratoncitos verdes no pasan al quinto partido, será culpa de García Luna y Felipe Calderón.
Monday, November 3, 2025
18:04
638 palabras en 3,788 caracteres con espacios
