FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Hace más de cuarenta años tuve la oportunidad de visitar la República Popular China, la de Mao y Chu Enlai. La China uniformada de dril azul y de cuello alto como los de sacerdote católico, empeñada en los resabios de la llamada Revolución Cultural y el libro rojo con las citas infalibles y omnisapientes del presidente Mao. Era una China gris. Peking era una ciudad chaparra y horizontal, como lo era Shanghai: los únicos edificios que superaban los cinco pisos eran los vestigios de la presencia de la Inglaterra victoriana. De vez en cuando circulaba un automóvil por las amplias calles: eran vehículos oficiales o taxis. Nada que ver con la realidad actual de China. Era un país de pobres.
Cuando le hice la observación a la persona que era nuestro intérprete, guía y vigilante para que no me perdiera yo caminando por las calles donde se me diera la gana, me dio una respuesta producto de una oriental disciplina y total adoctrinamiento, pero no carente de razón. Me dijo, más o menos: durante muchos siglos, China fue un país donde había muy poquitos hombres extremadamente ricos y millones de hombres miserables. En la China actual todos somos pobres. Desde luego que no era cierto. Había unos más iguales que los demás, y en las cenas con los altos burócratas del gobierno no eran precisamente frugales y sus trajes, de rigurosos azul y cuello Mao eran de buen paño.
Me asaltaron esos recuerdos ante la crisis por falta de agua que sufre mi pueblo, y el fracaso de la política que ha echado a andar el gobierno del estado de Nuevo León; no tanto el municipal de Monterrey porque el problema es más extenso que la superada extensión de la capital. El gobernador Samuel García y su escudero en esta batalla, don Juan Ignacio Barragán, director de Agua y Drenaje de Monterrey han demostrado no solamente su incapacidad técnica sino su vocación por la mentira, como los chinos de aquel entonces.
Los dirigentes chinos de aquel entonces, tal vez con razón, decidieron repartir la pobreza, en lugar de lo que están haciendo los chinos de Xi Ping, que sin abandonar la doctrina y sus enunciados, se han dedicado a crear riqueza. Solamente puede repartirse lo que hay.
No hay agua suficiente para los que nos apretujamos en la zona metropolitana de Monterrey. Muy a tiempo lo advirtió Alfonso Martínez Domínguez: nadie le hizo caso y ahora estamos pagando la imprevisión acumulada de nuestros gobernantes. Los chinos de antes repartieron la pobreza. Samuelito y el señor Barragán están repartiendo la sed. En lugar de darnos agua nos la van a cortar
Las soluciones prometidas han recorrido el péndulo que va de traer el agua del Pánuco, para lo que no hay ni tiempo ni dinero ni solidaridad del presidente López, al bombardeo ilusorio y fantasmagórica de las nubes con yoduro de plata para que la química tradicional nos proporcione lo que de niños le pedíamos a la Virgen de la Cueva o al santo de las preferencias de nuestra madre. Desde luego que la desalinización de las aguas del Golfo de México se les hace fácil y barato, cosa que no es verdad. Por ahí se habló de los milagrosos pozos de la Macroplaza y tantos otros sitios encima de los mantos freáticos que se ocultan en el subsuelo, traer agua de la panza de nuestras montañas o -desde luego- entrar al racionamiento. Se anunció pomposamente un calendario en el que siete regiones arbitrariamente establecidas sufrirían recorte del suministro por la noche, un día a la semana.
Mentiras. Hay zonas de la ciudad en las que nunca se cortó el servicio. Otras no tienen agua tres o cuatro días a la semana. Desde luego, las casas más cercanas a los tanques de almacenamiento y redes de distribución sufren menos. Los demás, que se fastidien.
¿Será muy difícil asumir la esencia del problema? ¿Reconocer que el mayor consumo de agua potable del estado corresponde a la industria embotelladora principal pero no exclusivamente? ¿Qué no hay un sistema de tratamiento de aguas residuales?
No, el problema no es fácil; por eso nunca he pensado en ser gobernador de mi estado. Pero si los chinos pudieron producir riqueza para repartir, tiene que haber una solución para nuestra sed.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, hoy le toca a mi mamá, donde quiera que esté, a la que quiero y extraño harto todos los días. Pero también a todas las mamás, amás, madres, mamacitas, mamsotas que he conocido en mi vida, he querido y sigo queriendo.
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lunes, 9 de mayo de 2022