FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Hace un par de meses, cuando Ciro Gómez Leyva anunció y puso en práctica el hecho de que una vez a la semana tendría como colaborador opinante en su programa de televisión y radio que regularmente veo, tendría una vez a la semana a Epigmenio Ibarra, un conocido productor de contenidos visuales que es conocido y reconocido por ser un propagandista abierto e intenso de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento político.
Con gran molestia le envíe inmediatamente a Ciro un mensaje en el twitter pidiéndole que me desborrara de la lista de sus numerosas audiencias. Poco tardé en darme cuenta de una serie de cosas que aquí debo consignar. Primero, que a mi juicio y por mi experiencia, la decisión de integrar al programa al mencionado publicista no nació -o al menos no exclusivamente- en la cabeza del periodista sino en otras instancias ajena y seguramente superiores a él
Segundo, y lo que es más importante, que la presencia y actuación de Ibarra, que no es otra cosa que la repetición y exégesis de lo que el presidente López dice en la mañanera, como se ha venido demostrando cada miércoles por unos treinta minutos que suele durar su intervención. Eso no demerita al programa: ratificó el tono de apertura y tolerancia que Gómez Leyva ha demostrado en su carrera, especialmente en Teleformula y en Grupo Imagen donde conduce espacios informativos. Vino a subrayar el slogan de la primera de esas empresas: abriendo la conversación.
No escribo lo anterior como una palinodia por mi actitud inicial ya corregida. Lo hago porque quiero solamente confirmar que el tono de comunicador de Ciro es el de una serena y clara tolerancia y una ponderada relación de hechos comprobados y opiniones propias y ajenas. Nunca he sido testigo de ofensa alguna, mucho menos un insulto hacia quienes opinan diferente del conductor-productor del programa o sus colaboradores.
De esta suerte resulta muy difícil entender la motivación del vil y cobarde atentado en contra de Gómez Leyva el jueves cerca de la medianoche. Yo conté siete impactos de bala en la ventanilla lateral y en el parabrisas de la camioneta que el periodista conducía y en el que viajaba solo. Gracias al blindaje del vehículo y a que el calibre utilizado en el ataque era “sólo” de siete milímetros, Ciro resultó ileso, víctima de tremendo susto.
La atención de las autoridades de seguridad de la capital de la República fue de inmediata y las declaraciones son las de siempre. Se hará una investigación exhaustiva, se acudirá a todos los testimonios y pistas posibles y los culpables el atentado serán llevados a la justicia.
Todos sabemos que eso no es cierto; en todo caso, podemos esperar a que se descubra y captura a uno que otro sicario involucrado, real o fingido. De los verdaderos autores de este sucio crimen no nos vamos a enterar nunca. Como nunca sabremos quién mandó matar a Colosio, por qué asesinaron a John F. Kennedy o cuál fue el verdadero saldo de muertes de los sismos de septiembre de 1985. Todo quedará en especulaciones.
Lo único cierto es que el ataque a Gómez Leyva es indudablemente una advertencia; tanto a él como a muchos otros que ejercemos este oficio bello, noble y peligroso que en México es el de informar.
Y es ahí queda sin respuesta, sin explicación.
Y sin remedio.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Afortunadamente, ya terminó la Copa del Mundo de futbol. Como los mexicas de antaño hacían cada 52 años, los mexicanos de hoy dan inicio a unn nuevo cicle: de cuatro años en su caso. Los datos que consigno en seguida no están actualizados, pero sirven de parámetro para entender realidades. Obviamente, la lista de los compradores de boletos para los juegos del mundial la encabezan los Cataríes, con casi un millón de entradas cuyo costo oficial era entre 550 y 1,500 dólares por cráneo.
En quinto lugar, con cerca de cien mil boletos están los mexicanos; en séptimo los argentinos, que habían comprado -antes de los últimos tres partidos jugados- cerca de setenta mil.
¿Será que no puede haber campeonato rico con pueblos pobres?
felixcortescama@gmail.com
domingo, 18 de diciembre de 2022
Es muy claro el mensaje a los periodistas. O se aclimatan o se aclimueren!
Cierto. Gracias por leer.