Cuando salí de Cuba

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            ¿Qué busca el presidente López con su gesto de traer en andas gloriosas al presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel como invitado especial a los festejos por el aniversario del inicio de la guerra de Independencia de México? ¿Cuál es el propósito de hacerle orador único y especial en ceremonias previas al del desfile militar que pasará bajo el palco presidencial y en torno a una Plaza de la Constitución rodeada de vallas y seguridad, aislada del pueblo desde la noche del Grito y honrando a un adefesio de cartoncillo que reproduce supuestamente al Templo Mayor de los Aztecas y que resulta ser una pantalla de un ridículo y vacío autocinema ?

            Lo que ha buscado siempre Andrés Manuel López Obrador. Desde la toma de pozos petroleros, la ocupación del Paseo de la Reforma, el «cállate Chachalaca», la carta al Rey de España y al Vaticano pidiendo disculpas por lo acontecido cinco siglos atrás: quiere hacer ruido.

            Y ruido hace. Su renuencia a reconocer al presidente Biden debe seguir sonando tanto en sus orejas que ahora en la política migratoria y represiva de sus fuerzas uniformadas se manifiesta la intención de congraciarse con el gobierno del Norte. El encubrimiento activo de las atrocidades de los gobiernos de Nicaragua y Venezuela son una alharaca continental. El rescate de Ivo Morales en avión oficial y alojamiento de lujo que luego fue despreciado. Todo tiene un sólo propósito, el de hacer un estruendoso y permanente ruido que por un lado desvía la atención de los problemas reales y por el otro fomenta la crispación y la división de los mexicanos. Catalizar: el pueblo bueno que son los que lo apoyan y los reaccionarios neoliberales, fifís, racistas, sexistas que no le aplaudan.

            En ese juego Miguel Díaz-Canel no es personaje importante, es un monigote que juega un papel pequeño en un juego mayor. El problema con él es lo que representa. Es el jefe de un estado represor, el menos democrático de todos los países americanos, que las manifestaciones de Julio mató a una persona, lesionó a decenas y encarceló a centenares de cubanos que no están de acuerdo con la forma en que se conduce la economía, la vida, la sociedad de su país.

            Deben ser los cubanos los que determinen hasta cuándo el castrismo seguirá mandando en su isla. Los demás países deben mantenerse al margen. Pero no se puede estar, como lo está hoy México, proporcionando la planilla entera al representante de una dictadura mientras se pretende que se está al margen.

            ¿Cuándo saldrá México de la isla? Cuba ha sido un tema recurrente en la política exterior mexicana. La solidaridad, seria, sólida, de Lázaro Cárdenas con la Revolución cubana; la defensa de Cuba ante el linchamiento de la OEA por el gobierno de México, tienen el contrapeso de la tibia política de Ernesto Zedillo y del menos tibio mensaje de Vicente Fox a Fidel: comes y te vas.

            Pero eso es anecdótico. Lo real es que el presidente López sabe como meterle ruido a la política y desarmar así a todos sus adversarios, incapaces de comprender esta estridencia y aprestarse a la verdadera política, que no son gritos y sombrerazos.

PARA LA MAÑANERA (porque hoy menos me dejarían entrar sin tapaboca) ¿Será que vamos a llegar al extremo de que la glorieta Colón tendrá en su centro la estatua de una mujer indígena esculpida a huevo por una escultora indígena? Y lo que falta.

‎felixcortescama@gmail.com

2 comentarios en “Cuando salí de Cuba”

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