FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Periódicamente, dos veces al año más-menos, someto mi cuerpo a una serie de análisis mínimos para que sus resultados me ratifiquen que para mi edad, mi condición física no sólo es buena, sino incluso venerable.
No obstante, cuando mi doctora Irma Beatriz me lee los resultados de la química hemática, nunca he sabido por qué tenemos todos un colesterol malo y un colesterol bueno. Es cierto que tampoco le he preguntado.
Tal vez debiera hacerlo.
Hace un par de días se reunió en Belén, una bella ciudad brasileña que es la puerta a la Amazonia y que fue desde Forte Castelo, vigía de unos piratas que querían robarle el botín a los otros piratas portugueses, una desairada reunión del COP30, asamblea importantísima porque en su enunciado se ocupa mundialmente del cambio climático y la destrucción de nuestra especie que va a tener como consecuencia.
Como eso sucederá dentro de un siglo o algo menos, a nadie le importa un carajo ahora.
Por eso la mayoría de los jefes de estado, incluyendo a doña Claudia, no acudieron a Belén. En su lugar mandó al secretario de Relaciones Exteriores -es que habla inglés- en representación de nuestro país.
Uno supondría que tan capacitado académico, autor, psiquiatra y pensador, quien fue nada menos que rector de la UNAM y embajador de México en la ONU, aportaría a la discusión algún proyecto global, que naturalmente nadie iba a seguir, para mejorar la calidad del aire que respiramos, la mar que enmugramos o la tierra que profanamos todos.
De perdis, anunciar algún programa mexicano, local, para despoblar el valle del Anáhuac, limpiar y evitar la porquería de la bahía de Acapulco, acabar con la contaminación atmosférica de Monterrey, o un drenaje para sacar la caca de los pobladores de la bella isla de Pátzcuaro para que no siga llegando al lago en donde una vez hubo un pez sabrosísimo que se llamaba blanco. ¡Algo en favor del medio ambiente!
Para nada.
A su turno al micrófono y la cámara, don Juan Ramón de la Fuente Ramírez salió con su batea, que naturalmente le mandaron escrita desde Palacio Nacional, proponiendo que el próximo puesto de Secretario General de la ONU sea ad ovarium, ocupado por una mujer. Es que, agregó, estamos en el tiempo de mujeres. La línea política de este sexenio, como dice la presidente con A.
No importa la capacidad, inteligencia, talento, experiencia, dedicación o simpatía de una persona. Lo principal es si su ropa tiene bragueta o pantaleta. Estamos en el equivalente que el papá de Andy, y padrino de Claudia, estableció: para él, los funcionarios tenían que ser, antes que todo, leales. Para Claudia Sheinbaum, antes que todo tienen que ser mujeres. Acabo de entender aquello de los colesteroles. Igualmente, hay un feminismo bueno y uno malo.
El bueno es racional, respetuoso y amatorio de esos seres preciosos que nos dieron vida, y nos dan compañía, solidaridad, amor e hijos a los varones, reconociéndolos como seres iguales. El malo, es una burda imitación retrógrada del machismo que todos despreciamos, en que un sexo está permanentemente por encima del otro.
Aunque la vida nos enseña que a veces al revés es más sabroso; o mejor, el juego alternativo.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Acabó -por lo menos hasta finales de enero- la parálisis del gobierno de los Estados Unidos que tantas consecuencias tuvo para todos, entre ellos los viajeros.
La radicalización a que ha llevado el presidente Trump en su tiempo, ha tenido consecuencias graves. A un par de semanas de la festividad de Día de Gracias, en la que se registra el mayor traslado masivo de los estadounidenses en el año, el país estuvo a punto de una severa crisis.
Son cosas de tosudez. Así es la política.
Aquí y -realmente no me consta- en China.
Tuesday, November 11, 2025
13:17
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