FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Más de media docena de conocidos me preguntaban la semana recién pasada qué se nos perdió en Cuba para que el presidente López culminara en La Habana su breve periplo por una Centroamérica muy selecta, con la que tenemos sólidos nexos -exceptuando Belice- por ser con México países abastecedores principales de la migración de brazos desesperados por la violencia y el desempleo hacia los Estados Unidos.
La respuesta era muy previsible y se ubica en el afán de López Obrador de hacerse de un mini liderazgo regional al través del loable e imposible sueño de cortar de raíz el éxodo de centroamericanos fomentando con el apoyo e los dólares de Biden, las fuentes de trabajo seguro y bien pagado que no hay en Centroamérica. Como tampoco los hay en México: al hablar de migrantes hacia el norte nos referimos a los salvadoreños, guatemaltecos y hondureños y se nos olvida que la mayoría de los rechazados en la línea o en el Bravo provienen de Oaxaca, Guerrero, Zacatecas o Michoacán, donde la pobreza y la violencia no acaban de ser erradicadas. Ni lo serán. La exportación del sistema de limosnas que se entregan a los jóvenes mexicanos está muy lejos de solucionarle a Biden el flujo migratorio indocumentado.
La visita a Cuba era más bien simbólica. En el momento en que escribo estas líneas no se ha ratificado mi sospecha de que lo que andaba buscando el presidente López era una foto con el anciano Raúl Castro puesto que nunca pudo conocer a Fidel. Si me equivoco en mi sospecha, no pasa nada.
No obstante, la actitud del gobierno de la cuarta simulación, repetida al final del largo discurso agradeciendo la condecoración José Martí, tiene algo de razón. López Obrador repitió su argumento de que el gobierno de los Estados Unidos no debiera mantener su decisión de no invitar al de Cuba a la reunión de estados americanos que tendrá lugar en Los Ángeles la primera semana de junio. Dijo también que esos países, si fueren invitados, podrían rechazar tal distinción. El gobierno de Biden, a la primera sugerencia de AMLO, subrayó que ni Cuba, Nicaragua o Venezuela serían convocados por no respetar los principios de la democracia. Lo cual fue esgrimido por la mayoría de los estados americanos con excepción de México, hace medio siglo para dejar a Cuba fuera de la OEA en una actitud lacayuna ante los Estados Unidos. Como dice acertadamente el presidente López, esos países no están en otra galaxia o en otro continente.
Ahora bien, hay fuerzas políticas en los Estados Unidos que podrían pedir que México no participara en tal convivio: el gobierno de nuestro país dista mucho de garantizar la paz, seguridad y dignidad que son indispensables para ser considerado un gobierno democrático.
Aún así, la exclusión es una práctica intervencionista, amoral y lejana a los principios de política exterior históricamente mexicanos. El bloqueo de Cuba no ha podido derrocar al gobierno de Cuba durante más de medio siglo. Sin embargo, según decía mi abuela, nuestras compañías definen nuestro propio perfil: dime con quien andas…
Si al presidente López le resultan afines las prácticas violatorias de derechos humanos de los gobiernos de esos tres países, los mexicanos habrán de cobrárselo en las urnas, que entiendo yo que esa es la forma en que los pueblos que quieren ser democráticos cobran.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): A los mexicanos nos sigue debiendo el gobierno la tercera parte del dictamen pericial sobre la catástrofe de la línea 12 del metro de los expertos noruegos, tan elogiados por la señora Scheinbaum cuando las primeras dos partes no le adjudicaban culpa, y tan vilipendiados porque en la conclusión la falta de mantenimiento salpica a la favorita de la sucesión presidencial.
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domingo, 8 de mayo de 2022