FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Para mí tengo la certeza de que en torno al presidente López hay un grupo selecto de personas con talento e inteligencia indudables.
Nadie puede tener el poder absoluto, dirían los de la Ilustración francesa. El poder implica alianzas, complicidades y codependencias. Eso es obvio en todo el mundo y en todo tiempo.
Por personal experiencia de muchos años, tengo firmes ideas sobre cómo deben conducirse los participantes de este cenáculo privilegiado. Yo trabajé casi treinta años al muy cercano lado de uno de los hombres más poderosos de México. Me gané su confianza muy pronto, porque un día le dije, y cito casi textual después de 30 años de memoria: «Señor: ninguno de nosotros quiere que sus pendejadas sean conocidas. Por eso, nos dividimos entre los pendejos y los inteligentes. Los pendejos se rodean de pendejos para que no se conozcan sus pendejadas. Los inteligentes se rodean de inteligentes para lo mismo. ¿En dónde nos apuntamos usted y yo?»
La carcajada rubricó lo que devino una larga amistad cariñosa, generosa y cercana, pero reafirmó un criterio en lo que debe ser la relación de autoridad entre el que manda y el que aconseja.
Nunca le mientas.
El rey Lear y mucho del universo de Shakespeare no existen sin sus bufones, y don Quijote regresa al planeta tierra -lamentablemente- por la simple sabiduría terrenal de Sancho.
Lo que a mí me revienta el pensamiento en este momento de nuestro país, es que el problema de México no está en los bufones del ingenio y el humor, o en la simple sabiduría de Sancho Panza. El problema nuestro es si el rey Lear o Don Alonso Quijano, o todos los del poder, como mi jefe, tienen los oídos abiertos a otras voces que no sean su propia voz, y que les impida marginar a su digna hija Cordelia, o seguir combatiendo los molinos de viento convertidos en dragones.
En la apariencia, porque eso es todo lo que el presidente López nos permite, vamos a toda madre. No hay vacunas, no hay medicinas, no hay dinero, no hay empleos, no hay confianza, no hay esperanza. Pero vamos muy bien. Para los contables, así como hechos positivos y concisos, no hay tantos. Y vamos a la mitad del camino.
Él tiene otros datos. En la apariencia, Él es el poseedor de la verdad nacional. Somos lo que Él dice que somos y estamos como lo determina Él en su decisión. Vamos muy bien, la pandemia nos la pela, la economía va en ascenso, de trece países encuestados por una empresa de mercado en redes, el presidente de México va en primer lugar de simpatía.
Como la Flor más Bella del Ejido, pero con computadoras.
Da Capo, como me enseñó don David García, mi inolvidable primer -y único- maestro de música: ¿dónde está ese círculo rojo de mexicanos preocupados porque el presidente de este país no haga o diga pendejadas?
Estoy seguro de que ellos esperan que Él abra sus oídos, con la certeza de que la quincena llega.
Aunque saben que no lo ha hecho. Eso de los oídos. Ni lo va a hacer. La quincena sigue fluyendo.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): Con todo respeto, porque yo no soy ni su enemigo ni su adversario, sino un simple ciudadano del país que usted gobierna, le hago una sugerencia: cancele el mentirómetro de los medios los miércoles. Es la peor sugerencia fascistoide que le han hecho sus asesores; y mire que hay muchas. Los mexicanos ya sabemos dónde se dicen, a partir de las siete AM, más mentiras.
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