FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
La gente de mi edad, cuando usa el término “en mis tiempos” suele referirse a los tiempos de su juventud vigorosa e inquieta y por tanto feliz, induciendo la idea de que los tiempos actuales no los consideramos así.
No es mi caso; pero tengo que usar el término de en mis tiempos para decir que el gobierno mexicano solía considerar toda disidencia, cualquier expresión de opiniones críticas que tuviesen tintes de esa izquierda que el gobierno actual mexicano se ha encargado de desacreditar, como producto de una conspiración extranjera, inspirada, alentada y financiada por la Unión Soviética. De esa manera, cualquier inquietud que denunciara el desequilibrio social, la injusticia económica o la represión policíaca estaba financiada por el oro de Moscú. Así se le llamaba públicamente.
Las mecánicas represoras sobreviven a toda intención de cambio. Se modifican simplemente algunos términos: la esencia es la misma. El presidente López, cuando cita una frase bien conocida del ingenio mexicano la cambia. El original sigue refiriéndose al poder y sigue diciendo: el poder “a los tontos los apendeja y a los pendejos los vuelve locos”. Se le perdona al presidente López su repetida violación a la sindéresis.
Se le debe tolerar también su adhesión a los viejos moldes de la paranoia del poder. De esa manera se entiende con facilidad que todos aquellos que no sigan ciegamente los dogmas y postulados doctrinarios del presidente López vuelvan a ser llamados, como en los tiempos de su antecesor mental Luis Echeverría, “emisarios del pasado”. Por eso el machacón discurso de que todos los males de este mundo nuestro nacieron, fueron propiciados y florecieron en el período neoliberal que abarca de la presidencia de Carlos Salinas a la de Felipe Calderón: el pacto no escrito hace que el presidente López omita o por lo menos evite cualquier mención a las responsabilidades culposas de Enrique Peña Nieto. Pero esta realidad que ya cumplió tres años ya no es la misma: ya no hay corrupción, ya no hay violencia, ya no hay pobreza, ya no hay nepotismo, ya no hay injusticia, ya no hay abusos policíacos.
México es la conjunción de Jauja, que por cierto es un bellísimo pueblo en el valle de Mantara, en Perú, con Disneyland.
En mis tiempos -esto es los tiempos de ahora, de todos los días- la disidencia y la denuncia de irregularidades del gobierno sigue siendo producto de una conspiración. Una conspiración que ya no recibe oro de Moscú, pero que ahora es financiada por el oro de Washington y animada por la torpe ilusión de que regrese el régimen de privilegios, autoritarismo, injusticia, mentiras, pobreza, insalubridad, demagogia, falsas promesas, obras de relumbrón, nacionalismo ramplón, y -sobre todo- culto a personalidad del líder que ya lo hubieran querido en sus tiempos el Padrecito Stalin y el führer Adolfo.
¿En qué momento ese régimen anquilosado y putrefacto se fue, que no me di cuenta?
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): No puedo dudar de su autenticidad, puesto que en twitter lo agradeció y publicó la embajada de Rusia en México el 1 de marzo y hasta ahora no lo ha desconocido. Se trata de un pronunciamiento de “Juventudes Morena Estado de México” y no tiene desperdicio en su defensa del trabajo de las “tropas de defensa rusa en territorio fascista ucraniano”. Por ahí anda, otra vez, el oro de Moscú. Con todo respeto señor presidente, ¿va usted a seguir apoyando la invasión de Ucrania? Gracias por la respuesta.
felixcortescama@gmail.com
jueves, 3 de marzo de 2022
A Guevo !!!
Lo mismo digo