FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Ayer se cumplieron dos años de la guerra de Gaza, guerra nunca declarada, que como suele suceder son de las peores guerras en el mundo. Como es también frecuente, sus cifras varían dependiendo de la fuente consultada.
En este caso,la principal fuente de información es el ministerio de salud palestino, dominado por Hamas, quien es parte del conflicto. Según este ministerio, que poco hace por la salud, hay 66,055 muertos, 14,400 desaparecidos y 168,346 heridos. No son cifras bajas para un enclave de dos millones de habitantes.
Un estudio de la Universidad de Londres lleva la cifra a más de ochenta mil decesos. Y se sabe que abajo de los escombros esperan más cadáveres. Hay que anotar que mil seiscientos de esos muertos fueron trabajadores sanitarios, 310 trabajadores de la ONU y 251 periodistas. No se debe dejar pasar el hecho de que unos 460 seres humanos han muerto de hambre; 150 de ellos, niños. El 90 por ciento de todos los edificios ha de reconstruirse, mientras la sarna, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas siguen ahí, diezmando.
Todo comenzó el 7 de octubre de 2023 con una gran incursión del grupo terrorista Hamas que sorprendió a Israel. Ahí murieron 1,260 israelíes y un par de centenares fueron tomados rehenes. La cifra actual se desconoce por los que han fallecido.
La insistencia del presidente Trump en pasar a la historia como el gran pacificador ha contado con el apoyo de Qatar y Egipto. Al día de hoy, las delegaciones de Israel y de Hamas siguen negociando una paz a la que Trump le ha puesto fecha perentoria: debe acordarse antes de la medianoche del domingo. Parece que será como las amenazas y tarifas del mismo Trump, que de tan anunciadas terminan por perderse en la bruma del discurso.
En la franja de Gaza sería deseable cualquier simulacro de arreglo. La paz es poco probable. Las urgencias mayores son -desde luego- el cese al fuego, la liberación de los rehenes y los prisioneros de guerra de uno y otro lado, y el permiso de Israel a que la ayuda humanitaria llegue a los civiles desplazados de un campamento a otro. Luego, la exigencia de casi todo el mundo de imponer la existencia de dos estados en convivencia: el de Israel, que existe desde 1948, y el de Palestina, que habrá de forjarse dejando fuera a los radicales de Hamas, que tampoco ha dado muestras de una disposición a ceder.
Aquí es donde la participación de los demás se vuelve importante. Palestina y su pena son algo más que un país lejano y en sacrificio diario; la participación de numerosos hombres y mujeres que integraron la caravana de ayuda a los palestinos, y que fue retenida y expulsada con malos modos por Israel, es una prueba de la necesidad -y la efectividad- de este tipo de gestos a la distancia, aunque nadie pensó que pudiera solucionar la crisis de abasto y asistencia en aquellas tierras bíblicas.
PILÓN: PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Confieso en que nunca he visto un berenjenal en mi vida, pero entiendo el sentido de la frase de verse metido en uno de esos plantíos. Lo entiendo mucho mejor que lo que la medida de una camisa, once varas, tenga que ver con situaciones molestas.
Lo indudablemente cierto es que la pandilla que está disputando el poder real a la señora presidente Sheinbaum está descubriendo que se le hizo bolas el engrudo, con la torpe maniobra intentándole poner la cola al burro de la reforma a la ley de amparo, con aquello de la retroactividad, que ni siquiera la señora presidente con A cree en su ingenuidad.
¿Y si todo este barullo no es más que una cortina de humo, para que con el engaño de la retroactividad, que los diputados se van a cepillar rápidamente, dejemos de ver las otras irregularidades de la nueva ley de amparo a modo de Palacio Nacional?
Tuesday, October 7, 2025
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