FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Entre las múltiples mentiras con las que nos han alimentado a los mexicanos, predomina tal vez el que nuestro especial culto a la muerte por estos días es de nuestra exclusiva propiedad. No hay tal: abundan en varias culturas europeas, especialmente las de índole germánica, pruebas gráficas -estupendos grabados- de que ellos también comparten conceptualmente lo esencial: entender que la muerte es simple y sencillamente una ratificación de la vida. No puede haber la una sin la otra. Esa dialéctica existencial permite a los pueblos culturalmente maduros aceptar lo inevitable.
En torno a ese sino siniestro se han tejido maravillosas leyendas ante las que el cuento de Orfeo es para párvulos. Pregúntenle a los estudios Disney. Nuestros muertos no solamente regresan a comer con nosotros sus manjares preferidos sobre su propia lápida, aunque las autoridades de Nuevo León dictaminen que nada de comer en los panteones. Los panteones son solamente para ir a morir. Y punto.
Se hacían antes coplas y versos llamadas calaveras referidas a los personajes sociales o políticos de moda. Ya ha decaído la tradición. No así los motivos de burla. Y aquí casualmente el sistema pretende cavar la fosa de Ricardo Monreal, uno de sus más fieles escuderos y defensor a ultranza. En palabras del legislador, sus propios compañeros le están obligando a tomar otro camino. Será candidato a la presidencia de México en 2024, pero no por Morena.
Cosa que ya sabíamos. Hay muertos que no hacen ruido y son más grandes sus penas. Luego están los otros.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Nunca segundas partes fueron buenas, decía mi abuela, pozo inagotable de sabiduría a la que puedo colgarle todas mis ocurrencias, para condenar las imitaciones. Especialmente en la política.
Es lo mismo, pero más barato, diría el doctor Simi. No es cierto y los médicos lo saben. Y lo sabe la Cofepris que mañosa o corruptamente autoriza la venta libre de los medicamentos genéricos, que efectivamente contienen el mismo ingrediente activo que el original, pero en menor dósis. Eso altera la efectividad de esos medicamentos más accesibles a los pobres que disfrutan del sistema de salud mexicano, que le anda pisando los talones al danés, según el presidente López.
El gobernador del estado de Nuevo León, un muchachito que se llama Samuel y que tiene luces muy escasas o asesores inanes, se empeña en sus representaciones teatrales de lo que entiende por política, en parecerse al presidente López. De manera especial en la mentira de logros que fueron promesa. En el caso de Samuelito, presumir como un triunfo de su administración el “bombardeo” de nubes para lograr la lluvia en el estado, el renacimiento del Seguro Popular que se quedó en anuncio, o la solución por diez años al problema del abasto de agua en el estado.
Nuevo León está en el proceso de designar a un nuevo procurador estatal de justicia. Sería bueno que alguien le dijera al gobernador que ese es privilegio del poder legislativo del estado. Eventualmente, el ejecutivo estatal puede vetar al designado, nada más. Pues Samuelito ya les fijó a los diputados estatales los requisitos para quien deba ocupar la fiscalía. Y su primera condición es que no tenga antecedentes políticos.
No es el caso discutir si la exigencia es razonable o no: es indebida y es ilegal. Se brinca a la torera la división de poderes. Exactamente como lo hace el presidente López.
Pero con menos gracia.
felixcortescama@gmail.com
jueves, 27 de octubre de 2022