FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
En la religión judía, los niños son creaturas inocentes hasta que son presentados por sus padres al Templo. Es lo que luego los cristianos adoptaron como su primer sacramento, el bautismo, en el que los recién nacidos renuncian a Satán y sus acólitos -quién sabe cómo- y se eximen de la culpa del pecado original de Adán y Eva, que es tan satisfactorio.
Por esa razón, el sátrapa Herodes mandó asesinar en sus dominios a todos los infantes que, según la inteligenssia del imperio romano en decadencia, podría disputarle como rey de los judíos su mando delegado. Así surgió el Día de los Inocentes.
Los mexicanos adaptaron, como hacemos con todo, ese rito religioso que trajeron los monjes españoles con una dosis de malicia: el 28 de diciembre es el día de los pendejos, que diría el maestro regiomontano Hermenegildo Torres. No se trata de que los inocentes se encuentren libres de culpa: son carentes de malicia, que es uno de los sinónimos de la astucia, la duda y la inteligencia.
De este modo, la tradición europea del April´ fool´´´´ s Day, que es un día en que se espera ser objeto y se gastan bromas a los demás, en la mexicanizada modalidad de que el engaño es una de la forma imprescindible de la convivencia.
Para los mexicanos, el 28 de diciembre es la fiesta de la desconfianza por naturaleza: Nunca prestes el cepillo, el rastrillo o el fundillo, dice mi hermano Ricardo, que es muy corriente. En cambio, la gente decente dice “inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día nada se debe prestar”.
En julio de 2018, más de 33 millones de mexicanos creyeron en la posibilidad de cambiar un régimen que además de corrupto fue ineficaz. Ya lo habían hecho antes, cuando se dejaron llevar por el discurso ramplón y simplista de Vicente Fox, para suceder al casi segundo peor presidente de México. Todavía puede ganar.
En la decepción del 2018 votaron -los que lo hicieron- por una vaga esperanza: por el menos peor.Hace tres años, la mayoría de los que votaron optaron por “el menos peor”. Ahora ya tienen sus dudas. Como palomitas inocentes le entregaron su confianza a un eficiente comunicador, que había ensayado su mecánica de posicionamiento de la agenda del día cuando gobernó la capital del país; las demagógicas mañaneras.
Tres años después, el demagogo mayor no tiene la certeza de la permanencia.
Pero eso no depende de él.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿A qué se refería ayer uno de los acarreados a la Mañanera cuando habló de “el rol que tenemos aquí para entrar a la conferencia?” ¿Será que hay que sacar ficha para entrar a recibir la comunión de su mensaje? Digo, para no ir.
felixcortescama@gmail.com
miércoles, 29 de diciembre de 2021