FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Recién ayer descubrí la desgracia de Estonia. Históricamente es en realidad una parte de Finlandia, que se encuentra al noroeste de sus costas; su lengua y cultura coinciden. La realidad del sigo veinte y la repartición de los vencedores de Hitler le condenó a ser parte durante cincuenta años de la Unión Soviética, junto con las otras dos repúblicas bálticas de Lituania y Letonia. A estos territorios había llegado antes con su poder el Sacro Imperio Romano.
Toda nuestra historia es de invasiones. Generalmente buscando riquezas y dominio estratégico, los poderosos cruzaron siempre fronteras -y las siguen cruzando- para dominar a sus vecinos, cercanos o de ultramar. Cualquiera que haya tomado un curso de historia entiende esta realidad casuística, excepción hecha de alguien que tenga el título de presidente de México en estos días, pidiendo berrinchudamente una disculpa por las atrocidades que los indígenas mexicanos cometieron hace medio milenio en contra de otros mexicanos.
Las migraciones bélicas han constituido razas potentes. Sin la invasión árabe de la península ibérica España no sería lo que es. Nosotros tampoco.
Los Estados Unidos de América serían impensables desde sus raíces sin la inmigración que vino a echar de sus tierras a los pobladores originales del gabacho. Los peregrinos ingleses huyendo de la intolerancia pusieron las raíces de ese gran país. El tronco y las ramas de ese árbol tiene savia de los pobres y desamparados chinos, polacos, italianos, mexicanos, alemanes, rusos, africanos o de cualquier otra etnia imaginable.
Una de las invasiones más persistentes y comprensibles es la de las migraciones involuntarias, las que son impulsadas por el hambre y la pobreza. Desde la segunda mitad del siglo pasado el continente europeo ha comenzado a sentir -a partir de su prosperidad económica- el miedo a la violación de sus purezas étnicas que los norteamericanos tienen en su ADN social. Un correo electrónico muy difundido muestra el mapa futuro de Europa en donde los árabes, los turcos y otros africanos se apoderan de todo el continente.
El fin de semana pasada llegaron al enclave español de Ceuta, en el norte de Marruecos, ocho mil migrantes, mayormente negros procedentes del Magreb que buscan el sueño europeo de prosperidad y barriga llena. Hay un conflicto diplomático mayor entre Marruecos y España. No es nada nuevo; tiene años que los migrantes vienen llegando en cayucos primitivos, balsas inflables o lanchas que los españoles llaman pateras, de obvia vocación, a las costas del Mediterráneo. En los últimos meses, días, imágenes de niños muertos en la playa de la esperanza o bebés rescatados por policías españoles en el mar nos han estrujado el corazón.
La razón no tiene residencia fija. Por un lado la miseria y la violencia que caracterizan por algunas razones la cultura del sur del hemisferio impulsan a los negros, a los magros, a las parturientas en busca de pan y seguridad que hay en la parte norte del mundo. Por el otro, los ya asentados, los que ya lograron la prosperidad aunque provengan de los mismos barrios que los nuevos migrantes, no ven con buenos ojos esa competencia a su estabilidad. Si cometes una infracción de tránsito en un estado del sur de Estados Unidos, ojalá que no te toque un policía chicano: será particularmente estricto. Así es Europa, invadida hoy en día.
CANTALETA (HASTA EL 6 DE JUNIO): Dice Catón, Y yo coincido con Armando Fuentes Aguirre: «un voto por Morena es un voto contra México».
Que no quede duda: la Fiscalía General de la República y la Unidad de Intimidación Fiscal de Hacienda son simples brazos ejecutores de las venganzas presidenciales. Cabeza de Vaca va a ser un chivo expiatorio que va a crecer. Al baile vamos.
felixcortescama@gmail.com
Excelente descripcion de temas que generalmente no leemos, absortos en las cortinas de humo que nos pone nuestro presidente y las mentiras sobre el Covid con que nos vacuna Lopez Gatell.
Vale.
Gracias Bro.
Bien estructurado e interesante
Cortés
Ricardo: Gracias por tu comentario.
Se agradece…..