FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Ell hombre de la máscara. La reforma judicial de AMLO va, que no quede duda. La columna vertebral de este esperpento es los jueces nombrados en votación abierta y secreta. En otras palabras, el poder judicial puesto al servicio del mejor postor, de aquel que tiene mayores recursos para adquirir votos. Ya sean los grupos del poder político o los del poder económico, incluyendo los dedicados a lavar dinero del crimen.
Entre las peculiaridades que el dictamen incluyó para su discusión en pleno se encuentra la de los jueces enmascarados; algo así como lo que Echeverría llamó en su tiempo “los encapuchados de Chipinque” cuando anónimos regiomontanos poderosos se atrevieron a refutarlo -eso sí, sin que se pudiera ver sus rostros- en los álgidos tiempos de la Primera Confrontación Nacional. En la última, es la desatada e impulsada por Lopitos que Sheinbaum ha de frenar.
Le idea es atractiva. Se trata de proteger la integridad física de los juzgadores de casos peliagudos como los del crimen organizado y el narcotráfico. En la realidad cotidiana, el entorno de un condenado, ya sea su familia, socios, pandilla o amantes, no perdonará jamás a quien dictó sentencia. El sistema se ha usado, me dicen, en Perú y Colombia, para proteger a los jueces. Como si fuera tan fácil mantener el anonimato en este país en el que toda información tiene un precio.
En el fondo, la disposición esconde un miedo tremendo a la fuerza incontrolable del delito, que se traduce en la incapacidad demostrada de combatirlo. Se prefiere mantener la máscara a perder el cuero cabelludo como en los tiempos de los indios guerreros americanos.
Ciertamente, el daño social de los jueces enmascarados es menor que el de los incapaces nombrados jueces comprados. Parecería que todo depende de lo que se quiera perder, la máscara o la cabellera. Como en los buenos tiempos de la lucha libre, el único teatro mexicano realmente popular, dijo Monsivienes.
PARA LA MAÑANERA ( porque no me dejan entrar sin tapabocas): Iban por dos semanas y se quedan, por lo menos, hasta febrero. Son dos astronautas norteamericanos que se quedaron atorados en la estación espacial internacional que se encuentra dandole vueltas al planeta. Ahora, si la intentona de rescate a principios del 2025 no funciona, van a tener que pedir auxilio a la estación rusa similar que anda haciendo lo mismo a algunos miles de kilómetros de distancia. Eso, para el orgullo de la NASA, que desde el inicio de la carrera espacial arrancó en segundo lugar,es desagradable. ¿Recuerdan cuando de repente el Sputnik de la URSS comenzó a orbitar el planeta a alturas nunca previamente logradas por cualquier otro cuerpo hecho por el hombre?
Monday, August 26, 2024
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