FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Dice el buen libro que en el cumpleaños de Herodes Antipas, su a la vez hijastra y sobrina Salomé hizo ante él y todos los grandes de Galilea, una danza cuya voluptuosidad y belleza cautivó tanto al gobernante que le prometió concederle cualquier deseo que le pidiese. Aconsejada por su madre, Herodías, la joven que debe haber sido bella, le pidió la cabeza de Juan el Bautista, que estaba preso en las mazmorras cercanas. Herodes no pudo menos que cumplir su palabra empeñada.
No que le resultara molesto. El profeta estaba preso por haber condenado el matrimonio de la pareja gobernante tras la muerte del otro Herodes, hermano de Antipas por haber violado la ley judaica que no permitía el matrimonio con esa consanguineidad, pero nos e atrevía a hacerlo ejecutar. Salomé le dio el pretexto perfecto y Herodías reivindicó su matrimonio.
El 17 de Octubre de 2019 tuvo lugar el llamado culiacanazo. Las fuerzas armadas cercaron en la capital de Sinaloa el domicilio de Ovidio Guzmán López , mejor conocido como El Ratón, y lo detuvieron. Ovidio es uno de los diez hijos del Chapo Guzmán, hoy preso en los Estados Unidos, y presuntamente encabeza al cartel del Pacífico, responsable principal de la producción y exportación de miles de kilos de fentanilo al país del Norte. El gobierno norteamericano ya entonces ofrecía hasta cinco millones de dólares por información que condujera a su captura.
De inmediato se armó el zipizape en Culiacán. Las calles y carreteras fueron bloqueadas, camiones y autos fueron incendiados y colocados como bloqueo. Balazos tronaron y amenazas se dijeron. Ese mismo día, según reconoció más tarde, el presidente López dio la orden de liberar al muchacho, que tiene fama de ser particularmente violento. El presidente López explicó en la ocasión, que dio la orden de liberar al delincuente para evitar que sus secuaces asesinaran a las familias de los soldados ubicados en Culiacán, que viven en una zona identificada.
Ayer en la madrugada, el Ejército, la Guardia Nacional, que es la policía federal y la del Estado de Sinaloa volvieron a capturar a quien se conoce también como El Chapito. El fenómeno del Culiacanazo se repitió: 250 vehículos fueron secuestrados para usarlos en el bloqueo de calles y carreteras, seis personas por lo menos murieron, hay una veintena de heridos, los aeropuertos de Sinaloa se cerraron, un avión de Aeroméxico que partía a la capital fue baleado y lo único que pudo decir el gobernador del Estado es que él no sabía lo que estaba pasando y que nadie saliera de sus casas.
Sinaloa se paralizó. Las tiendas, las oficinas, las escuelas, permanecieron cerradas. Los pocos que se atrevieron a salir vieron sus autos secuestrados, los balazos se oyeron todo el día. Pero esta vez la orden presidencial de liberar al preso no fue dada. El Chapito durmió anoche ya en Almoloya, después de una escala en la Fiscalía federal en la capital del país. Eso aunque no existe en contra de Ovidio orden de aprehensión en México, si no es para extraditarlo a los Estados Unidos.
Si el gobierno de México hubiera querido encarcelar al Chapito, lo hubiera hecho cuando quisiera. Sabía dónde estaba y si no lo capturó fue porque nunca quiso. A quien le interesaba tener preso a Ovidio es a los Estados Unidos.
Casualmente, el lunes comienza en México la reunión de América del Norte. López Obrador recibirá a Joe Biden y a Pierre Trudeau para reuniones lunes y martes. Biden interpreta en este sainete el papel de Salomé.
El presidente de los Estados Unidos viene a la junta a plantear tres asuntos con exigencias: energéticos –las ventajas que México da a PEMEX y la CFE sobre la inversión extranjera- la inmigración, y la seguridad. Ya se nombró a toda prisa la terna para integrar la comisión reguladora de energía, ya Biden anunció que México aceptó recibir diariamente a mil deportados de los Estados Unidos. Ahora Salomé ha recibido la cabeza de Ovidio, que no tiene nada de profeta.
Son otros tiempos, desde luego. Los mismos actores. Como en Galilea.