Con sus libros bajo el brazo, va todo el mundo animal

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            En las autoridades mexicanas hay una atribulada urgencia por reanudar las clases presenciales en todo el sistema educativo del país. Es comprensible: el hastío de los ciudadanos nacido del confinamiento a que nos obligó la pandemia y que se manifestó a la vez en crisis de salud, convivencia y economía familiar no abona en mucho a la ansiada, y presumida con exageración, popularidad del régimen de la cuarta simulación.

            Mucho menos abona por la explícita imprudencia ejemplar con la que fue enfrentada la enfermedad por el propio presidente López, opuesto durante todo el tiempo a fomentar el uso de cubrebocas o la sana distancia propagando a cambio acogerse a escapularios y el abacho-becho de su pueblo bueno.

            Si a esto añadimos la evidente escasez de vacunas efectivas y accesibles, que hoy por hoy nos arroja la triste estadística de que solamente un veinte por ciento de los mexicanos en edad de merecerla ha recibido al menos una dosis de alguna vacuna, el panorama es preocupante.

            Inevitablemente, la prisa por llevar a los infantes a clase pone al descubierto las deficiencias inmediatas, amén del problema de las vacunas: el pésimo estado de abandono en que se encuentran los recintos escolares, que ya era evidente hace año y medio y solamente se agravó con el desuso y desatención, y la probabilidad de que los escolapios sean los portadores, tal vez asintomáticos, del virus hacia sus padres o parientes menores de cincuenta años o más, que aún no han recibido ni siquiera la primera dosis inmunitaria.

            Hay casos conocidos de trabajadores de la salud, incluso en el sector público -ya no se diga en el privado- que no han sido considerados en el programa de vacunación porque supuestamente «no están en la primera fila» de contagio, como si el virus hiciera cola en una dimensión desconocida.

            Un alto porcentaje de recintos escolares en el País, que no puedo cuantificar y no me atrevo a adivinar, se encuentra en estado deplorable. No solamente carecen de vidrios en sus ventanas o de mobiliario e instalaciones sanitarias adecuados. Los hay que no tienen agua potable o agua literalmente a secas.

            Aquí se dijo que la pandemia Covid 19 sería la piedra angular para la cuarta simulación y las elecciones que habrá de celebrarse dentro de dos semanas. El aparato de propaganda del Estado ha soltado el chisme de que una vez conocidos los resultados de los comicios habrá renuncias y despidos en puestos importantes del aparato, para tener víctimas propiciatorias a quienes imputarles la ausencia de un arrollador triunfo de la marca López Obrador en las urnas.

            Pero resulta que, como es siempre en política, el asunto es de pesos y centavos. Desgastados todos los guardaditos que se acumularon por sexenios y lo disponible en las arcas por su uso en obras faraónicas y programas asistenciales generosos en la compra de votos, el presidente López necesita urgentemente dinero. Ahí reside el enojo que motivará la designación presidencial, a la que tiene derecho, para sustituir al director general del Banco de México, que le negó los remanentes de la reserva nacional.

            Estamos a punto de recibir una lección dura. No sólo los alumnos de primaria.

CANTALETA (HASTA EL 6 DE JUNIO): Dice Catón, y yo coincido con Armando Fuentes Aguirre: «un voto por Morena es un voto contra México».

            No digan después que no les dije: en Nuevo León, la desesperada estrategia de la cuarta simulación es lograr que las elecciones en el estado sean nulificadas si el resultado no satisface al solitario en Palacio.

            Mañana les cuento.

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