FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Antes de que el fiscal Gertz Manero ordene a sus ineptos abogados de la cuarta simulación, que ni siquiera pudieron armar un buen caso en contra de Murillo Karam, le pidan a un juez solícito y veloz obsequie orden de aprensión en mi contra, quiero hacer confesión pública: merced a mi educación primaria y secundaria entre 1948 y 1959 en el estado de Nuevo León, yo soy producto de un modelo educativo “científico (a mucha honra), eurocéntrico (lo dudo), homofóbico (falso de toda falsedad) y racista (¿te cae de madre?)”, como se define en el discurso gubernamental, a propósito de la reforma educativa que nos está atornillando el presidente López y Marx Arriaga, su escudero, los métodos educativos neoliberales.
Ya entrado en gastos, debo confesar igualmente que nunca entendí ni usé unas libretitas delgadas de pasta verde, llenas de numeritos que se llamaron tablas de logaritmos y que mi papá compró porque estaban en la lista de requerimientos. De la regla de cálculo que creo usamos dos veces en prepa, mejor ni hablar.
Pese a todo ello estoy absolutamente convencido de que el haberme aprendido las tablas de multiplicar y el procedimiento para obtener la raíz cuadrada de una cifra, aunque no forman parte de las herramientas que para mi trabajo cotidiano uso, dejaron un sustrato en la corteza cerebral que me permite articular procesos lógicos de pensamiento. Que no es poca cosa.
Tampoco lo son las habilidades indirectas que me ha reportado asimilar al menos un poco de las raíces griegas y latinas que en los tiempos de nuestra preparatoria carecían de sentido; benditas sean las lecciones de Lengua Nacional en la primaria y de Español en los años subsiguientes. Me queda claro que mi perfil moral se forjó principalmente en mi casa, con el auxilio de otras casas de buena y mala nota, pero el conocimiento de los principios de Ética en el Colegio Civil algo aportó.
He pasado buena parte de mi tiempo reciente tratando de entender la “nueva” escuela que la cuarta simulación impulsa y las modificaciones que se instrumentan ya en base al “Marco Curricular y Plan de Estudios 2022 para la enseñanza Básica”. No es tarea fácil, ciertamente, porque los documentos en que se apoya esta reforma educativa son lo suficientemente amplios para ser confusos. Yo trato de sintetizar los principios en que se basa, en mi humilde entender.
Esencialmente, y en aras de una democratización deseable, se pretende sacar de los procesos educativos el concepto de calificación de resultados y rendimientos de los alumnos. Se parte, no sin razón, de que no todos los niños y niñas mexicanas son iguales en términos de acceso a satisfactores esenciales de alimentación, información, convivencia y cultura, y de que no todas las escuelas ni todos los maestros ponen a disposición de los educandos iguales instrumentos del conocimiento. De ahí, en automático, los exámenes de fin de cursos han de desaparecer y el paso al nivel inmediato superior será automático en nuestras primarias y secundarias. La competitividad huele a fuchi. Nadie va a repetir año, como hacían los burros de mi salón.
Al mismo tiempo, según entiendo, la metodología de la enseñanza deberá suprimir en primaria y secundaria las “clases”, es decir las horas dedicadas exclusivamente a una disciplina, digamos matemáticas, lengua o ciencia, para ser sustituidos por campos formativos y ejes articuladores. Así, las diferentes disciplinas se irán enseñando globalmente en su aplicación a casos concretos y prácticos. En la entrevista que escuche por ahí de una neomaestra, el tema a estudiar sería por ejemplo la contaminación; sobre el tema se abordaría la parte de las matemáticas que tiene que ver con ella, lo mismo que de la biología o la química. Adiós a la tabla del siete y la regla de tres compuesta. Una escuela -o una sociedad- sin clases
Le presupongo una buena intención a todo este demagógico proyecto. Me siento obligado a insistir en mis convicciones. No somos todos iguales, ni tenemos las mismas aptitudes, disposiciones y facilidades de adquisición y aplicación de los conocimientos en la vida práctica. Una vida práctica que los educandos van a tener que enfrentar cuando terminen la escuela y que les va a poner frente a ellos una competencia feroz.
Aquí y en China.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): la inclusión del nombre de Omar García Harfuch, eficiente jefe de la policía del Distrito Federal, en la persecución penal del ex procurador Murillo Karam enseña la cola del gato viudo que anima todo este sainete: detrás del caso criminal está la lucha interna en el gabinete del presidente López por ocupar el primer lugar en las preferencias del “jefe” a la hora de la sucesión presidencial. La unidad de Morena se llama López Obrador. Fuera de ahí no hay nada.
felixcortescama@gmail.com
lunes, 22 de agosto de 2022