Watson, todo es Relativo

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            Eso a lo que nos referimos cuando hablamos de la teoría de la relatividad, no es más que un supuesto plagio de ideas ajenas que Albert Einstein descifró y ordenó en 1902, para darle una coherencia a la relación que existe en el comportamiento de la masa de un cuerpo, entendida como energía,  y los conceptos de tiempo y espacio. La explicación más sencilla de este concepto es que un cuerpo metido en un tren a cierta velocidad es diferente al mismo cuerpo inerte si están en el mismo tiempo. Pero eso es, desde luego, la vulgarización de la ciencia.

            No obstante, la mayor y más efectiva vulgarización de la teoría de la relatividad ha sido la de aceptar que nada es cierto en sí mismo sino en relación con otras realidades previas; y eso si lo entendemos, como lo del tren y la piedra.

            Ese concepto de relatividad se ha demostrado como particularmente útil en el campo de la política aplicada: A es cierto, siempre y cuando B también lo sea, y C se demuestre falso. Algo así nos enseñaron en la secundaria.

            El presidente López nos ha dado cátedra de lo útil que puede ser ese condicionamiento mutuo de las aserciones si sabemos acomodarlas. ¿No fue él quien dijo que los combustibles en México no subirían de precio durante su sexenio? Se nos olvida que él repetidamente agregó que los precios de la gasolina no aumentarían “en términos reales”. Eso quiere decir, eliminando las influencias y efectos concurrentes de la economía que se conocen, por ejemplo, como la inflación.

            En el galimatías armado con la captura de Rafael Caro Quintero y la exigencia de los Estados Unidos de que sea enviado allende el Norte para su enjuiciamiento allá, ha resurgido el tema de la relatividad. A pesar de todas las afirmaciones oficiales o imprudentes, el presidente López afirma que en la captura del capo mafioso no participaron “directamente” elementos de la DEA, instrumento de los Estados Unidos para combatir al tráfico de drogas. La palabreja deja abierto el camino a todas las vías alternas de participación en el aclamado operativo.

            Todo es relativo, pues.

            Desde el punto de vista de la relatividad jurídica, Rafael Caro Quintero ya fue juzgado en México por el delito principal que los Estados Unidos le imputan y por los que aparentemente exigen se les mande envuelto para regalo: el secuestro y homicidio de Enrique “Quique” Camarena, agente encubierto de la DEA, de la CIA o de los dos juntos, que fue asesinato hace más de 34 años en Jalisco. El señor Caro Quintero ya fue sometido a juicio en México por ese para de delitos. Se le condenó a 40 años de prisión; cumplió 28 y consiguió su libertad por “deficiencias” en su proceso. De esta suerte, y de acuerdo a las normas esenciales del derecho romano, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito.

            El gabinete de abogados de la presidencia de la República encontrará algún agujero en la jurisprudencia mexicana para entregar a los Estados Unidos al notable cuerpo de ese delito. Aún y si el procedimiento fuese ilegal.

            No sería la primera vez.

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, ¿qué onda con la Estatua de la Libertad? ¿Le perdonamos la vida? Ya le estábamos haciendo una estatua Julian Assange para ponerla en lugar de La Palma en Reforma.

‎felixcortescama@gmail.com

lunes, 18 de julio de 2022

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