¿Y los Veinte  Melones, Apá?

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            ¿Fue la captura de Rafael Caro Quintero por parte de la Marina de México y la DEA de los Estados Unidos en armonía, consecuencia de los reclamos del presidente Biden al menospreciado visitante presidente de México la semana pasada?

            Los detractores de esa probabilidad, leales a su presidente mesiánico afirman que ello es un absurdo y que una operación tan complicada había tomado meses de planeación e “inteligencia”, que así se le llama en el argot de los policías a la compra de testimonios de delincuentes carentes de efectivo, de modo que no podía hacerse con tal premura.

            Por el contrario prevalece la idea de que las policías mexicanas -todas, incluyendo a la militarizada- sabían perfectamente el paradero del fundador del primer cartel organizado de los delincuentes que empezaron de mariguaneros y acabaron de proveedores de fentanilo, además de secuestradores y extorsionadores de los empresarios pequeños y medianos. Se dice también que esas policías y esos cuerpos militares disfrazados de gendarmes, saben con exactitud de los paraderos y desplazamientos que todos los capitanes del delito hacen, muchas veces porque ellos mismos son los encargados de sus resguardos personales. Sólo falta la decisión política o económica de apresarlos, y se hace.

            Alrededor de Enrique Camarena y su muerte, motivo central por el que el gobierno de los Estados Unidos estuvo chinga y jode con la captura de Caro Quintero y ahora está jode y chinga con su extradición, hay muchas dudas y un par de certezas. Lo cierto es que Camarena era un espía que, como muchos, trabajaba aparentemente para los dos bandos opuestos, y que cuando esto quedó al descubierto al menos uno de ellos lo mandó matar junto con el piloto que lo llevó a sobrevolar el enorme plantío de mota llamado El Búfalo.

            Ello fue hace más de 30 años. En 2022, como años antes le había confesado a Anabel Hernández en estupenda entrevista, Caro Quintero es un vejete retirado, una pieza de museo, sin operatividad real, autoridad alguna o peso específico de consideración en el mundo del crimen. Es un septuagenario acabado que no sirve para nada sino para llenar espacio de los periódicos.

            No para los estados Unidos. Haya sido o no Caro Quintero quien asesinó a Camarena, el Departamento de Estado lo necesita preso; preso allá y condenado allá, a una cárcel que no dispone de las comodidades y lujos que se estilan en los reclusorios mexicanos para los que tienen dinero. Lo necesita para mandar un mensaje a los futuros Caro Quinteros que se metan con sus espías. O que se salgan del huacal.

            Lo demás es oropel, fantasía y distracción para desviar la atención de la inútil visita del presidente López a que lo hicieran menos en la Casa Blanca. Ya solamente falta que hoy lunes, en la mañanera, el presidente López reclame la recompensa de veinte millones de dólares que EE U ofrecía por la captura del malhechor. “Para dedicarlos al bienestar de los pobres”, claro. O mejor aún, para los hijos de los marinos muertos.

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Haiga sido como haiga sido, el desplome del helicóptero de la Marina que participó en la caza de Caro Quintero por la perrita Max, debiera ser investigada a sus consecuencias máximas posibles. La aeronave quedó totalmente destruida: 14 de sus tripulantes muertos. Ese tipo de cosas no pasa así como así.

‎felixcortescama@gmail.com

domingo, 17 de julio de 2022

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