FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Los griegos, que inventaron la filosofía porque les daba por andar dándole nombre a las cosas para que con ese acto las cosas cobraran entidad, existencia real, denominaron una forma de gobierno como autocracia. Sus raíces son autos “por sí mismo” y cratos, gobierno.
Su definición es simple: el poder total de uno y nada más de uno. Esa acumulación el poder debe ser incuestionable. No admite la existencia de una oposición válida y soportada por el sistema. Suele utilizar la pobreza o la abundancia eventual de bienes terrenales como herramientas de la dominación sobre los ciudadanos. Cualquier parecido con la cuarta simulación que vivimos aquí no es coincidencia: es producto de un plan de toma del poder perfectamente diseñado y eficazmente ejecutado.
Se les quedó a los griegos en el tintero -o a mí en la búsqueda de las características de la autocracia- una cualidad suya inevitable: el cinismo.
Los autócratas suelen invocar con frecuencia casi cotidiana al pueblo y su beneficio en cada una de sus acciones. Luego, cuando se les pilla en irregularidades esgrimen los argumentos más pueriles en su defensa.
La autoridad impertinente, esto es la Fiscalía General de la República determinó “el no ejercicio de la acción penal…en contra de los imputados Pío López Obrador y David Eduardo León Romero al actualizarse la causa de sobreseimiento…”
Todos sabemos de qué se habla. De la grabación en video del señor León Romero, funcionario de un gobierno estatal, entregándole un sobre con dinero en efectivo al señor López, hermano del hoy presidente de la República. Todo mundo lo vio y todo mundo lo admite, incluyendo el presidente López.
Fue él quien dio ayer la explicación del caso: el dinero que se recibió era para un movimiento, Morena, no para un partido político, Morena. La ley electoral dice que si fuera para un partido político sería delito.
No va más.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Hubo un tiempo en México durante el que arbitrariamente les fueron restringidos derechos civiles a los mandos altos de las fuerzas armadas y a los ministros de cualquier culto religioso. La Constitución seguía diciendo que uno de los derechos fundamentales que tenemos es el poder votar y ser votado para cualquier puesto de elección popular. Pero en este país sabemos que hay una diferencia enorme entre lo que la ley dice y lo que el uso manda. El trato a los religiosos a partir de la Cristiada es parte de nuestra historia. El artículo 92 del reglamento militar que en 1936 emitió el presidente Cárdenas, ordena a los generales a abstenerse absolutamente de “inmiscuirse en los asuntos políticos del país directa o indirectamente”. ¿Está claro?
No sin razón, el secretario de Gobernación sacó el tema a relucir diciendo que, si se somete al juicio de las urnas, un mílite podría ser presidente de México. Raudo y veloz, el presidente López nos recetó ayer un histórico recalentado de la decena trágica, la traición de Victoriano Huerta, el asesinato de Pino Suárez y dos Maderos y la crisis que la democracia soñada sufrió entonces. Todo esto para decir, como si fuera adivino, que en la mentalidad de los militares de México no pasa ni por casualidad la idea de hacerse del poder presidencial.
Algo sabrá; para mi gusto, algo cree. Por ejemplo, que con las concesiones en metálico actual y futuro él se ha comprado la lealtad de los altos mandos de las fuerzas armadas del país. Esa lealtad que en los tiempos de Francisco Indalecio Madero se merecía en automático a partir de la integridad y la decencia.
felixcortescama@gmail.com
martes, 25 de octubre de 2022
Brilliant!!
( creo que este adjetivo suena mejor en Ingles )