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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

No se dice ler,

Se dice leer…

Andrea Lomelí, 8 años entonces,

Corrigiendo al secretario de Educación

Aurelio Nuño Mayer, Nov. 2016

Me recuerdo muy bien cuando surgió hace diez años el diario El Horizonte en Monterrey, N.L., plaza en donde desde hace casi nueve decenios hay un periódico grandote y desde hace 23 años el otro periódico. Más de un agorero me pronosticó entonces que el horizonte de El Horizonte no alcanzaba los seis meses.

            No era un pronóstico tan tonto. México es un país que cada vez lee menos, merced a varias circunstancias, entre ellas la emergencia de los medios electrónicos de comunicación. Evidentemente, El Horizonte no es un negocio que enriquezca a quien lo edita, pero hace una aportación socialmente valiosísima y profesional al ofrecer a los regios y similares otra visión de la misma realidad. Para mirar la realidad, un poliedro siempre será mejor para el humano que el concepto unidimensional del mundo plano, válido en Europa hasta que Colón, el despojado del Paseo de la Reforma, llegó a nuestras tierras.

            Forzando un poco -creo que se vale-, las fechas de fallecimiento de los dos grandes genios de Cervantes y Shakespeare para hacerlas coincidir, a alguien se le ocurrió hacer del 23 de abril el día del libro. Todo con la intención sana de que leamos más.

            Dice el INEGI que en cifras del 2022 los mexicanos leemos menos; y que leemos peor.

            Casi el 72% de los mexicanos alfabetizados mayores de 18 años dicen leer «algo» que establece el INEGI. Ese algo son «libros, revistas, periódicos, historietas, blogs y paginas de Internet».

Desde luego, al desglose los herederos de Gutemberg salimos en tercera división. Sin embargo, los encuestados dicen, y se los creo, leer en promedio 3.9 libros al año. No hace frío ni calor: dicen que dicen en Mérida cero grados.

            ¿Qué se sigue de esto?

            El profundo deseo mío de que como especie humana sigamos  desarrollando medios de difusión del conocimiento, que no es otra cosa que la difusión de la duda. Que por el celular, la tableta, la laptop o la pesada computadora de escritorio lleguemos a las letras.

O, de perdida, por el camino de un libro o un periódico diario digno.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Acto de fe: Como buen ciudadano mexicano, quiero creer firmemente en lo que dijo ayer el secretario de la Gobernación en papel de conductor de la Mañanera. Creo que el presidente López desde el sábado en la noche sufrió solamente  las consecuencias de un resfrío; que luego le hicieron la prueba del Covid que se le hace con frecuencia, y que resultó positivo; que el icónico Diario de Yucatán miente cuando afirma que el presidente se desmayó en el Hotel Hyatt de Mérida al ir a desayunarse; que no fue trasladado de emergencia en un avión de la fuerza aérea a la Ciudad de México para su atención en el hospital militar adjunto a Los Pinos; creo que está en Palacio Nacional en resguardo y recuperación y no en el hospital militar. Creo que en dos o tres días el presidente López estará nuevamente en su papel de animador de la Mañanera. Creo además que, como dice un mensaje en redes, supuestamente del presidente Lopitos, su corazón «está al cien» y que pronto lo veremos sus «amigos y amigas».

Acto de contrición: quisiera que todo lo anterior fuera cierto. No es bueno para México -ni para país alguno- que la salud de su gobernante esté mellada. Pero estoy convencido de que es igualmente dañino que el verdadero estado de salud de un presidente no sea conocido al detalle y a tiempo. En los países democráticos eso es una práctica casi normal. En la URSS se tardaron tres días -en lo que se acomodaban las fichas del poder- en anunciar la muerte de Stalin.

Pero eso fue hace setenta años.   

‎felixcortescama@gmail.com

lunes, 24 de abril de 2023

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