FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Ya digerimos los mexicanos el bodrio escénico de cuyo costo sí quiero enterarme y que radica ahora seguramente en las cuentas bancarias de un productor de nombre Gou, uno de los invitados a la boda de Antigua Guatemala.
Ya entendimos la esencia y los personajes de la llamada tercera transformación. Ya nos dimos por enterados de que la reunión tripartita de Canadá, Estados Unidos y México en Washington la semana pasada fue un avasallador triunfo del tejemaneje de la política exterior mexicana, que como dijo yasabenquién es la política interior.
Ya sabemos que el presidente Biden está ávido de copiar el programa sembrando vidas con pìnches treinta millones de dólares en el triángulo de las bananas. Estamos al tanto de que hay cosas discutidas en la mesa central y en las colaterales de las que no nos vamos a enterar pronto, pero por el momento ya podemos evaluar lo sucedido.
Nos quedan a deber Trudeau, Biden y Andrés Manuel si la malhadada reforma energética del presidente López va, a pesar de las desavenencias conocidas, y seguirá su camino hacia un Congreso en oferta; si es así, eso significará un torpedo a la línea de flotación del tratado comercial de los tres países. Como un pequeño bocadillo de lo que pasará, la General Motors ha dejado en claro que dejará México y sus plantas en Ramos Arizpe, Silao y San Luis Potosí para irse a países con energías limpias. Los de adelante corren mucho; los de atrás les seguirán.
Este espacio no se caracteriza por ser partidario de las políticas del presidente López o de su cuarta simulación. Todo lo contrario. Sin embargo, adoptar la postura de que todo lo que hace el presidente, sus planteamientos, ocurrencias y decisiones son execrables, sería equivalente a tomar su postura maniquea de que todo el que no está a su favor es un enemigo despreciable digno de vituperio y combate. Y eso es lo más contrario que existe al pensar y actuar democráticamente.
Quien escribe estas líneas se reconoce desde hace muchos años como un hombre de izquierda. Precisamente por ello puede afirmar sin titubeos que Andrés Manuel López Obrador no es un hombre de izquierda. El presidente López es un priísta de los antiguos -es que no hay de otros- anclado en su soberbia, tozudez, mañas y mentiras en su discurso y su acción.
Dicho esto, es necesario reconocer que la actuación del presidente López, lo que nos han dejado conocer, es mucho de lo que un verdadero estadista hubiere hecho en su lugar. La sobriedad de su discurso, la congruencia en su llamado a la unidad y la cooperación, son plausibles. La idea de integrar un bloque de producción que contenga la expansión de la dominante China es música para los oídos de los norteamericanos.
Ahora, seamos realistas. La propuesta del presidente López es muy pragmática y a él y su proyecto político le conviene. Veamos: ¿qué tiene México y los otros dos necesitan? Trabajadores empeñosos y eficientes, calificados, que no encuentran chamba en su tierra. ¿Qué significan los braceros mexicanos en el extranjero? La principal fuente de ingresos para este país, por encima del petróleo y el turismo. El silogismo es fácil: llévense a los mexicanos que me estorban aquí, úsenlos allá y que me manden sus remesas, para financiar mi proyecto político.
En 1944, en plena Guerra Mundial, Disney lanzó su séptimo largometraje animado/real con el nombre de The Three Caballeros, protagonizado por Donald Duck, Pancho Pistolas y Pepe Carioca, para simbolizar la amistad y el afecto entre los americanos, o al menos sus tres estereotipos que inventó Disney.
77 años después hemos asistido a una nueva versión, sin dibujos animados.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, ya dígale a mi (su) general Luis Crescencio que le baje el volumen a su radio. Todos los secretarios de la Defensa de México le han jurado fidelidad eterna de recién casado al presidente de la República que les ha tocado servir. Pero para todo hay medidas.
felixcortescama@gmail.com
Lunes, 22 de Noviembre de 2021
Maestro!!!