Citus, Altius, Fortius

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FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

            Una buena porción de los ciudadanos japoneses todavía la semana pasada pedía la cancelación de los juegos olímpicos que se están celebrando en Tokio con el nombre de 2020 en el año 2021. Se trata de los juegos más controvertidos de la era moderna; y eso que las guerras del siglo pasado motivaron la cancelación de ese encuentro deportivo en 1916 que iban a ser en Berlin, 1940 que tenía como sede Helsinki, y en 1944 en Londres. Los sucesos de Tlatelolco pusieron en peligro los juegos de 1968 en México. Los juegos actuales estuvieron a punto de cancelarse por la pandemia que ha trastornado al mundo.

            Al lema latino que pronunció el Barón de Coubertin en 1896 y que quiere decir más veloz, más alto, más fuerte, se le agregó la semana pasada en la inauguración la palabra Communiter: más unidos. Las maromas que los juegos han tenido que dar ponen en duda la pureza del espíritu olímpico, pensado como plenitud del deporte amateur.

            Dos factores sugieren un replanteamiento de esta competición: primero el uso del deporte como vehículo de propaganda política derivada de la guerra fría, protagonizada por los Estados Unidos y la Unión Soviética. Occidente boicoteó los juegos de Melbourne en 1956 por la invasión soviética de Hungría; 65 países no quisieron asistir a los juegos de 1980 en Moscú por el caso Afganistán. La URSS y el bloque socialista pagaron con la misma moneda al festejo en Los Ángeles. El afán de fabricar campeones con propósito de propaganda política propició el dopaje en fuerte proporción en todos lados.

            El mercantilismo también le ha hecho daño al pensamiento olímpico. La ciudad sede nunca ha ganado dinero y el único beneficio han sido las instalaciones deportivas supuestamente para dedicarlas al deporte no profesional.

            Los juegos de Tokio 2020 están pasando a la historia como los juegos más caros de la historia. Cuando Tokio aseguró ser la sede el presupuesto era de siete mil quinientos millones de dólares. Hoy se estima que a Japón le costará el privilegio olímpico más de veinte mil millones de dólares, casi tres veces el cálculo inicial. Aparentemente los únicos que ganan dinero son las televisoras que transmiten la señal: hay que decir que participan más de 220 países. Una audiencia sin duda numerosa. En contraste, los escenarios de competencia están vacíos.

            La participación de os atletas mexicanos ha sido siempre una prueba de la equivocada política deportiva de nuestros gobiernos. En vez de tomar el evento como una promoción del deporte amateur y de su función social y educativa, los únicos logros que las y los mexicanos han obtenido han sido de individuos especialmente calificados en disciplinas que no fomentan el trabajo en equipo. Los apoyos gubernamentales han dependido siempre de las preferencias personales del presidente en turno.

            El caso del beisbol en el sexenio actual es una buena muestra de ello. No podemos creer que la política deportiva de México tome un buen rumbo pronto.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): La OEA, bien se sabe, no sirve para nada; tampoco la ONU. Si el presidente López piensa que el club de amigochos que está integrando con los democráticos gobiernos de Cuba, Bolivia, Venezuela y Argentina no hará un mejor papel. Doble contra sencillo.

‎felixcortescama@gmail.com

1 comentario en “Citus, Altius, Fortius”

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