FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Sólo se mueren los pobres, me dijo el profesor Oscar F. Castillón, director del primer diario que me dio trabajo hace 62 años. Se refería, no sé, a las inundaciones por un ciclón en Tampico, algún incendio en Monterrey, o un temblor en la falla que sube de Antofagasta a San Francisco por toda la costa del Pacífico.
Los mexicanos nunca nos vamos a enterar del saldo mortal de los temblores de 1985 y cuyos cadáveres fueron alineados en el pasto, entre segunda y tercera base del parque de béisbol que se llamaba Delta, del otro lado del panteón francés. De lo que no tengo duda es que fueron más de 28 mil los muertos y que una gran cantidad de ellos nunca fueron identificados.
Sólo se mueren los pobres.
No pude evitar que me resurgiera la frase al ver las imágenes de los daños que el más reciente temblor ha causado en Haití. Tampoco sabremos la contabilidad fatal confiable.
Yo me recuerdo el recorrido en 1985 desde el sur de la Ciudad de México hasta Televicentro. Un recorrido similar al que hizo Jacobo y narró de manera magistral y sentida en la XEW. Las primeras ruinas que vi fueron las del multifamiliar Independencia. Las últimas después fueron las de Tlatelolco; entre ellas las de las colonias Roma o Juárez.
No hubo un solo desplome en las sólidas residencias de Lomas de Chapultepec o de Polanco, los barrios que eran de los ricos antes de que se convirtiera la colonia Estrella, allá detrás de las caballerizas del Ejército, en Santa Fe. Sólo se mueren los pobres.
El temblor de Haití fue de apenas arribita de los siete grados Richter. No era para tanto. Pero en estos sismos lo que se desploma son las construcciones de la corrupción. Aquellas que mediante permisos criminales fueron edificadas con varilla más delgada, con menor proporción de cemento en la mezcla, con materiales de segunda. Si se puede, de tercera.
Sí, profesor, sólo se mueren los pobres.
Lamentablemente muy cierto!
Muy agradecido, muy agradecido….